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Allá vamos. Descendiendo los rápidos hacia unas elecciones anticipadas convocadas con el único objetivo de evitar facturas, responsabilidades y ajustes de cuentas dentro del propio partido. Hacia una votación pensada para corregir lo que Pedro Sánchez consideró un error, una revancha desesperada de ludópata agarrado al clavo ardiente de la última carta que va a salir de la baraja. Cuando se pierden unas elecciones, muy especialmente cuando los comicios reciben en la propia formación política la lectura de un referéndum sobre el cabeza de lista, lo lógico no era convocar otras sin siquiera dar tiempo a barajar las cartas, sino escuchar el mensaje del electorado y asumirlo. Y demás hay un verbo intransitivo regular que a ciertos políticos les cuesta Dios y ayuda conjugar, pero que deja entrar en las democracias un aire limpio que no veas. Yo dimito, tú dimites, él dimite. En este caso, la noche del domingo, la conjugación más correcta será la de primera persona del plural: nosotros dimitimos. No hace falta para eso dar ruedas de prensa. Quien no sea capaz de ponerse delante de los periodistas para responder preguntas, podrá resolver con un sencillo comunicado. No se pueden pedir peras al olmo. Aquí ya nos conformamos con lo mínimo.
Creo que ya les he contado que en Alemania, cada noche electoral, tiene lugar la Ronda de los Elefantes. Los cabezas de lista de todos los partidos se reúnen en un estudio de televisión y no sólo responden a las preguntas que tiene a bien hacer el moderador, sino que discuten entre ellos, compartiendo visiones sobre el resultado, sumando criterio para proporcionar al electorado una lectura plural y amigable entre todos, que ayuda a que los votantes se sientan parte de un conjunto. Eso sí que es Sumar. Sin trifulcas y sin ataques, cada candidato perdedor reconociendo los errores que, según las primeras impresiones, le han llevado a perder votos. En su caso, anunciando serenamente la dimisión que dejará paso a otras figuras del partido o asumiendo desde el minuto cero un papel de oposición, tan digna como la de gobierno. El ganador apuntando lo que a su juicio ha sido tan bien valorado por el electorado como para darle la victoria y esbozando ya las primeras líneas de acción y de nombramientos. ¿Se imaginan? Pero no estoy segura de que lo que veamos el domingo por la noche siquiera se le parezca. España, cuya democracia no tuvo tanto que envidiar a otras europeas durante décadas, se ha alejado de los estándares de seriedad y buen juicio que tan necesarios me parecen. ¡Ojalá esta vez no sea así! ¡Ojalá sea una noche electoral limpia, con camaradería política hacia los contrarios y con las dimisiones pertinentes!
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