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Uno es el rey en los terrenos de juego, al otro le gusta jugar en terrenos escabrosos. Uno reside en París y allí se va a quedar, al menos durante una larga temporada. El otro, aunque no vive mal en Abu Dabi tiene unas ganas ... tremendas de permanecer en suelo patrio, como se ha demostrado estos días. Ambos comparten su amor por el vil metal. Aunque su problema es que son unos tocapelotas.
Mbappé se ha convertido de la noche a la mañana en el enemigo público número uno de la afición madridista tras consumar su traición a la palabra dada a Florentino Pérez de que vestiría de blanco la próxima temporada. Aunque el rey del fútbol actual parece haber querido dejar la puerta abierta a que eso suceda en el futuro, todas sus acciones desde el sábado pasado parecen hechas a medida para meter el dedo en el ojo al seguidor del Madrid. Primero, la sonrisita en el Parque de los Príncipes, mientras la afición del PSG coreaba “Puta Madrid”. Después, el mensajito por Whatsapp al presidente blanco diciéndole que vayan buscando a otro, que él se queda a orillas del Sena. Eso sí, que animará al que considera desde pequeñito su equipo en la final de la Champions League que disputará en unos días contra el Liverpool. Y para rematar la faena, se hace una foto en el vestuario posando con el trofeo de Liga francesa entre los exmadridistas Achraf, Keylor Navas y Sergio Ramos. ¿A qué viene este derroche de tomadura de pelo después de haber dejado tirado al equipo de Chamartín y con muy poca capacidad de reacción para armar un conjunto potente de cara a la próxima temporada?
Los feos de este muchacho se recordarán para siempre. Así que no creo que en 2025, cuando termina su contrato con los cataríes, a Florentino Pérez se le ocurra volver a llamar a su puerta, aunque se encuentre en plena madurez futbolística. El club debería estar por encima de las individualidades, por muy galácticas que sean.
Y qué me dicen del otro rey. A don Juan Carlos le ha faltado tiempo para regresar a España después de que la Fiscalía del Supremo archivara la investigación sobre las posibles comisiones del AVE a La Meca, los regalos recibidos por el multimillonario mexicano Allen Sanginés-Krause y la fortuna oculta en la isla de Jersey.
Viendo que ya no tendría que salir de nuevo ante las cámaras, con cara de cordero degollado, a decir aquello de “lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”, el rey emérito comunicó por carta a su hijo su deseo de volver a pisar su país.
Claro que no debió decirle cómo iba a hacerlo. Porque, desde luego a Felipe VI le habrán entrado los siete males estos días al ver el show que ha montado su padre en Sangenjo. Y los comentarios de su esposa doña Letizia en la intimidad tampoco le habrán ayudado a digerirlo. Seguro.
Bien es cierto que, en estos momentos, don Juan Carlos es libre de venir a España cuando quiera. Que nada impide legalmente que pueda plantar su residencia en su tierra. Y que encima es recibido por el pueblo llano con unas muestras de cariño que ya quisieran muchos de nuestros gobernantes (si exceptuamos a Isabel Díaz Ayuso, claro).
Pero no olvidemos que su hijo le eliminó la asignación de la Casa Real y renunció a su herencia, drásticas decisiones obligadas por un comportamiento indigno de quien -no lo olvidemos tampoco- nos condujo hacia la democracia y que de un tiempo a esta parte solo se ha visto salpicado por casos de dudosa ejemplaridad (por usar eufemismos, ya me entienden).
A sus 84 años, ya ha manifestado que su intención es viajar a España “con frecuencia” para visitar a su familia y amigos, hospedándose en residencias privadas. Esperemos que las próximas veces sea algo más discreto. Para no dañar más a la monarquía, vamos.
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