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De nuevo he visitado a los Reyes Magos en la Catedral para ver si entregando la carta en mano hay más suerte. Ya sabe, están ... sus mágicas majestades en la fachada que mira al oeste, tallados por Juan de Álava; en el retablo dedicado a María, pintados por Nicolás Florentino; en las pinturas de Antón Sánchez de Segovia, en la capilla del Aceite, y en varios sepulcros de nuestra vieja seo, porque su aventura representa a la vida misma según la doctrina cristiana: seguir a una estrella, que es la fe, hasta llegar al Niño, donde todo acaba y, entonces, se embalsamaba al finado con un preparado de mirra, presente que rechaza la madre de Brian, protagonista de “La vida de Brian”, ignorando que era una verdadera y cara ofrenda de reyes, de Reyes Magos. Todo esto puede leerse en la Catedral si uno se fija o es guiado por Mariano Casas, su archivero. Bueno, pues en mano les he entregado la carta en la que les pido que regresen los que se marcharon y abran los que cerraron, que es lo mismo que solicitarles que todo esto no sea más que un mal sueño, consciente de que ni siendo el mejor de los creyentes será posible, pero hay que intentarlo todo. Y eso que no ayuda la pura realidad, desde luego, con aterradoras cifras de desempleo peores que las de la crisis de 2008, que obligan a nuestros gobernantes a ser más eficientes. Ni ayuda el día a día, con la dichosa curva, que exige cadenas de vez en cuando, ni tampoco la velocidad para llegar a la vacuna al final del túnel.

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lagacetadesalamanca Reyes por un día