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Mucho se habla de la reforma laboral que se trae entre manos el Gobierno y que no acaba de ver la luz, más por los ... oscuros intereses partidistas que por las necesidades reales de poner en marcha una reforma que no vale para nada salvo para hacer como que hacen y se preocupan por nosotros. ¡Mentira!: el maquillaje progre a la reformita que hizo el Gobierno de Rajoy no es más que un apretón al corsé para asfixiar el progreso y el bienestar, que es lo único que debería importar y que es lo único que no le importa a esta fauna de trogloditas disfrazada de políticos y de agentes sociales.
Si le preguntaran al 99,99 por ciento de la población sobre la reforma laboral en ciernes, qué novedades trae y qué aporta al sistema laboral, el 99,99 por ciento respondería que “ni idea”, aunque la mayoría piensa en regulación y en más protección, la misma que ha convertido al ciudadano en un ser completamente dependiente e incapaz de decidir por sí mismo. Las capacidades, la autonomía, el esfuerzo o la reflexión son valores trasnochados y mal vistos por un sistema parasitario. Enfermo.
Ni siquiera los empresarios tienen mucho pudor cuando caen en los brazos de peligrosos analfabetos funcionales como la ministra de Trabajo. A la izquierda, que nunca ha dado un palo al agua y que no sabe de la heroicidad que supone pagar una nómina, se le llena la boca con “reducir la precariedad y la temporalidad en el empleo”, viviendo feliz sobre la tragedia del paro que... ella misma, con la complacencia de la derecha, alimenta y paga con el terrorismo fiscal desplegado. Lo de menos para esta política de gestos y de palabras huecas (“nadie se quedará atrás”) es que haya cinco o tres millones de desempleados, lo importante es tener el redil vigilado y bien nutrido de leyes y contraleyes, de subvenciones, de ayudas, y de todo tipo de mordidas sociales.
Este país lo que necesita no es una reforma laboral, y mucho menos una que nos aleje aún más del valor del individuo como eslabón social, lo que verdaderamente necesitamos y por vía de urgencia es una reforma mental que sirva de catarsis a tanta represión televisiva y política, la que nos ha llevado a tener la autoestima por los suelos hasta anularnos como seres inteligentes, creativos y libres.
Postdata.- Recuerden a Reagan: “El mejor programa social es un trabajo”, que traducido es “menos samba y más trabajar”.
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