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Las luces de la Navidad, aún sin alma que las iluminen, ya cuelgan de nuestra ciudad. Han sido el reclamo necesario para que el frío ... haya inundado nuestros armarios y la lluvia del otoño nos reconforte de la sequía severa de la que aún se quejan nuestras desnutridas y semivacías charcas. Con este panorama otoño-invernal hoy es un día estupendo para comer castañas calentitas y ver sesión de tarde, comprar palomitas en Simago o acercarte al Taramona a ver el último estreno... y todo a la espera de un domingo intrigante y lleno de qué o cuántas cosas por descubrir o... repetir.
En este otoño de hojas por el suelo rojas, azules, naranjas, verdes y moradas... me entero de que a nuestra diseñadora más viajada y reconocida, Fely Campo, la han nombrado madrina de la Moda Andaluza 2019.
Este ojo que observa siempre hace patria porque considera, que sólo con lo nuestro y desde lo nuestro, podemos hacernos ver y que se nos reconozca dentro y fuera de nuestras limitadas fronteras. Que una castellana de “Reminiscencias” y de pura cepa, enarbole la moda andaluza llena de color, volantes y creatividad, no deja de ser algo con lo que congratularnos y sentirnos, junto a ella, felices. Y mientras unas cintas se cortan para la moda, otros telares nos ocupan este fin de semana.
En la reflexión que nos toca yo me cuestiono incluso, la propia reflexión. ¿Era necesario todo este despropósito? Me río por no llorar. Pero no se apenen, son lágrimas de cocodrilo, de ese cocodrilo sintético que la industria inventó en los anales del plástico. Plástico que ahoga y nos ahoga, que se prende de todo lo que vive en la tierra y en los mares, por lo que hoy no lloramos pero lloraremos mañana.
Mientras reflexionamos yo miro fijamente el periódico LA GACETA REGIONAL de Salamanca, sí, éste en el que leen y leemos lo que acontece en esta tierra y me pregunto qué pensarían nuestros abuelos del tiempo que vivimos. Reflexiono y me dan escalofríos y a la vez una alegría inmensa me hace sentir que el paso del tiempo no puede con todo, ya que aún quedan cosas que no son efímeras y duran 100 años. En este tiempo de la obsolescencia uno es feliz compartiendo lo que nuestros abuelos, vieron nacer. Me refiero a esta “GACETA” que ya ha empezado a festejar su centenario, porque les recuerdo que cuando las luces de esta Navidad se apaguen, estaremos celebrando sus primeros 100 años de vida. Y continúo reflexionando y veo cómo mi hijo de 19 años ya habrá votado dos veces en unos meses a elecciones generales. ¿Qué pensará? Eso sí que merecería una profunda jornada de reflexión.
Así las cosas, la lluvia es el mejor regalo de este fin de semana. El problema es que en los territorios de los individuos planos, tras las lluvias sólo queda lodazal. Entonces la esperanza no se puede perder, siempre a la espera de un próximo día de sol.
Lo bueno es que las flores de verdad del cementerio, con este tiempo, aún están frescas para nuestros difuntos.
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