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A estas alturas de crisis sanitaria, a estas alturas del siglo XXI -el siglo fallido, tan lejos de lo que sobre él habíamos soñado de ... niños-, lo de menos, lo menos preocupante, sinceramente, es el virus. El virus, de hecho, ya no es más que un pretexto, la coartada de un grupo salvaje de políticos que están asolando el mundo, con España a la cabeza, en una carrera de dementes y malvados que sólo buscan el empobrecimiento social y el fin de las libertades. Y no lo digo yo, lo dicen ellos, pues ya no esconden sus intenciones, así de siniestros se muestran; lo dicen también algunos periodistas (otros viven estabulados en el gulag ideológico progre-burgués de sus amos). Lo sabemos todos, sobre todo los que quedamos, cada vez menos, con los pies en el suelo, con la cabeza en su sitio, con una idea clara sobre el bien y el mal. Si hace mil años ya se decía que los muros de los manicomios se hacían no para que no se escaparan los locos, sino para que no entrasen más, imagínense en estos días. Y sin manicomios que estamos...

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