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En menos de nada estoy ahí, plazamayoreando a mis anchas. Acumulo este año tal lista de familiares y amigos a los que quiero abrazar, belenes ... que quiero visitar, productos de la tierra que quiero llevar de vuelta en la maleta y rutas de senderismo que quiero recorrer, que me temo no habrá tiempo para todo. Y ojalá fuera ese el principal de mis temores. Bendito sea el temor de no llegar a disfrutar todo lo que Salamanca ofrece con su maternal desinterés. Pero el origen de mi verdadero pavor es otro. Temo llegar de vuelta a España y no reconocer mi propio país. Me fui al final del verano dejando atrás una democracia, con la salud bastante perjudicada pero democracia al fin y al cabo, y me encuentro instalado un sistema despótico y sin ilustración ninguna. Me despedí de un Código Penal solvente como medio de protección de la libertad democrática que ahora luce desventrado. La separación de poderes, esa vacuna que mantenía a raya la pandemia de los populismos, está siendo pisoteada ante vuestras propias narices. El Congreso de los Diputados, ese órgano constitucional que con sus más y sus menos nos había servido de foro de diálogo y encuentro, empalidece, convertido en una corrala en la que el más mínimo respeto brilla por su ausencia. Y el cuerpo legal, imperfecto pero consistente, que España había tardado casi medio siglo en ir conformando, ha sido desmembrado y desmenuzado para satisfacer los intereses de unas minorías inmaduras, pero muy espabiladas, cuyas intenciones se sitúan en las antípodas de lo que casi todos entendemos por bueno. “¡No se os puede dejar solos!”, reprocho a mis más prójimos, medio en broma medio en serio. “¡Pues no haberte ido!”, me devuelven con maña la recriminación. Y tanto a los presentes como a los distantes nos invade una sensación de impotencia, de no poder hacer otra cosa que practicar la respiración abdominal, para evitar la hiperventilación, y esperar pacientemente al 28 de mayo mientras nos atiborramos de chocolate negro, aguacate y semillas de calabaza, que según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición son los alimentos que más ayudan a conservar la buena memoria.
Todavía llego a tiempo para contemplar la traca final. El congreso y el Senado aprobarán 17 leyes en 3 días, antes de terminar el año. No quisiera dejarme llevar por la dinámica generalizada propia de las fechas. Que si los regalos de última hora, que si los langostinos... y con ello evadirme del punto de inflexión constitucional que estamos viviendo. En tiempos de tribulación, suelo aferrarme a algún libro y esta vez basaré mi resistencia en la relectura de Tocqueville, que apenas comenzaban a cobrar cuerpo las democracias ya nos dejó advertido que el mayor peligro, la vía más directa para que la democracia derive en tiranía, es la concentración de poderes. Pero tan importante como que los jueces puedan dejar en suspenso cualquier ley que, a su juicio, contradiga la Constitución, es que los ciudadanos nos apeguemos a nuestra libertad con ánimo activista. Quizá lo más sensato, mientras los diputados se desgañitan insultando nuestro sentido de la decencia, sea mantener la serenidad y la calma, sin dejarnos llevar por semejante corriente de groserías políticas y exabruptos. Pero tampoco podemos capotear la violación del sistema constitucional mientras nos dedicamos en cuerpo y alma a la degustación de turrones artesanos, sin pronunciarnos en voz alta. Cada uno en su parcela. Y quien dice ciudadanos, dice sociedad civil. En el concierto de los Tres Rectores, organizado por este periódico la semana pasada, ninguno de ellos estimó necesario dar el do de pecho por el desmoronamiento institucional y sus consecuencias para la Universidad y para España. ¿Es que la Universidad no tiene nada que decir a esto? Se les vio bastante más preocupados por el asunto de la financiación y el negocio de la enseñanza del español. No se qué acabarán enseñando. O tomamos cartas en el asunto, cada uno desde nuestra responsabilidad, o pronto la RAE tendrá que eliminar del diccionario palabras tan españolas como la Justicia, la Democracia y la Constitución.
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