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Las excelencias de la provincia de Salamanca saltan a la vista a poco que uno se mueva por ella. Esas innumerables bellezas se paladean a ... medida que el viajero recorre las distintas comarcas, se familiariza con sus historias y leyendas. Eso lleva su tiempo. Pero si se tiene a mano una buena guía que oriente e ilustre al viajero, entonces el descubrimiento se torna más fácil. Y más profundo. Es lo que sucede cuando seguimos de cerca los pasos de alguien que conoce cada rincón por haberlos pateado. Es lo que acontece si nos sumergimos en la lectura de un libro de lo más ilustrativo: A través de la provincia de Salamanca, de Ramón Grande del Brío, publicado por la Diputación salmantina e ilustrado con profusión de fotografías a cargo de Vicente Sierra Puparelli.
Ramón es un viejo conocido en estas lides viajeras. No en vano se ha empapado de naturaleza, ha explorado paisajes, buceado en documentos, exhumado leyendas, proverbios, dichos, refranes y consejas. Él ha pegado la hebra con toda suerte de informantes, auténticos notarios de la sabiduría popular, muchos de los cuales le han obsequiado no solo con sus conocimientos y sabidurías, sino también con el regalo de su amistad. La obra es al mismo tiempo una crónica personal, vitalmente sentida, de este investigador enjuto, inquieto y vivaracho, cuyos ojos no cesan de contemplar las sierras que ondulan el horizonte, los senderos umbríos, las abruptas quebradas, los vertiginosos torrentes y los calmos embalses.
Ante la mirada curiosa del lector –que bien pudiera ser el alter ego que acompaña al autor en sus gestas andariegas— pasan burbujeantes cascadas, ásperos berrocales, añosos encinares, doradas mieses... Llevados de su mano nos adentramos en una sucesión de paisajes que van desde la Armuña al Rebollar, de las Sierras a las Arribes, del Campo Charro a las Guareñas, de Tierra de Alba al Alto Tormes. Y a la vez, el despliegue de una extraordinaria riqueza etnográfica, además de referencias literarias, atuendos, artesanía, toponimia, ancestrales costumbres, romances y coplillas. Cada sección se completa con referencias a la avifauna, a las sendas del lobo o el zorro y las huras del tejón. Durante décadas Ramón ha avizorado el cielo, azul unas veces, plomizo otras, para descubrir, describir e interpretar, el majestuoso vuelo del águila imperial, las circunvoluciones del buitre leonado o los nerviosos revuelos del abejaruco preparando su emigración estacional hacia el sur.
La naturaleza nos habla con un lenguaje universal, pero hay que saber captarlo y transmitirlo con sencillez, con una prosa limpia y precisa, de forma que seduzca al curioso, cautive al urbanita y gratifique a quienes día a día dejan en los campos de Salamanca la simiente de su sudor. Este libro lo ha conseguido plenamente.
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