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Salir se está poniendo complicado. O mejor, lo siguiente: imposible. Cuando no son las horas de cierre son los aforos. El empresariado de la noche ... piensa en hacerse de tarde, como sus clientes, y pide ayudas. También se manifiesta esta noche después de bajar la trapa y los convocantes anuncian la presencia de José Luis Yzuel, presidente nacional de los hosteleros, o la de Fernando Castaño, concejal de Turismo, que lo es, además, de Relaciones con la Universidades, cuyos estudiantes son grandes consumidores de noches. Noches para estudiar y noches para quemarlas bailando. Se espera asistencia importante a la cita porque los hosteleros se ahogan, como se ahogan de impaciencia aquellos que han sido analizados y esperan los resultados del análisis PCR. Ellos y sus cercanos, claro. Verónica Casado, consejera de Sanidad y la mitad del directorio sanitario regional, ha dicho a los periodistas que el problema se resolverá en breve. Veremos. El caso es que triste y sola se va quedando la noche salmantina, asolada por el virus y las órdenes administrativas. Quién la ha visto y quién la ve y la verá. Una noche que parecía no tener fin, con calles más pobladas que de día, banda sonora de lenguas bárbaras, excesos y amores furtivos. Una noche con decorado de ensueño, porque la iluminación nocturna salmantina es otro monumento y otro modo de ver nuestro patrimonio. Si alguien sobrevive a este momento esa es la tuna, inasequible al desaliento y las malas noticias, cuyas canciones, hoy, mantienen viva la llama de nuestras noches. No hay noche en Salamanca sin tuna. Por ahora. ¿Es de verdad la noche tan responsable de los contagios como se nos dice? En fin, nos ponemos de nuevo a las órdenes de Francisco Igea, y que sea lo que tenga que ser.

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