Por fin vemos la luz
Miércoles, 9 de diciembre 2020, 04:00
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Miércoles, 9 de diciembre 2020, 04:00
Ayer fue un día histórico. Comenzó a suministrarse la primera vacuna contra el coronavirus. Han sido ingleses, pero nos hace pensar en que el final ... de esta pesadilla está más cerca. Sólo unos meses más y estaremos vacunados.
Hoy sí podemos ver ese final que no alcanzábamos a divisar allá por el mes de abril, cuando los muertos se acercaban cada día al millar o en octubre, cuando la segunda ola nos azotaba de nuevo y nos sumía en la desesperación por ser incapaces de imaginar la normalidad que se vio paralizada a principios de marzo.
Nadie quiere esa nueva normalidad de la que nos habla el presidente del Gobierno o su ministro de Sanidad. Queremos volver a llenar los bares, a juntarnos en las barras, a celebrar la Navidad con la familia, a compartir la Nochevieja con amigos o la ilusión de la cabalgata de Reyes y cuando más juntos mejor, que hace mucho frío. Queremos volver a ver las calles de Ciudad Rodrigo llenas de gente para vivir los Carnavales, a acoger a todo el que quiera visitar Miróbriga, o a vivir desde la calle la Semana Santa, austera sí, pero con el calor humano que se puede respirar en cada esquina de Salamanca. Todas esas tradiciones que nos hemos perdido o que nos perderemos por el maldito virus.
Ayer, cuando vi a esa inglesa de 90 años ponerse la vacuna en el brazo me di cuenta de que ahora sí el final de esta pesadilla está más cerca. Seremos capaces de hacer un sacrificio más para protegernos y proteger a los que queremos en estas fiestas que la mayoría hemos celebrado siempre juntos, sin distancia y con muchos besos. Y cuando tengamos superada la pandemia, espero que el PSOE y sus socios comunistas, Bildu-etarras y pro-golpistas no tengan la tentación, como quieren hacer con el régimen democrático y la Constitución que lo ampara, de quitarnos nuestras tradiciones, aunque muchas de ellas tengan un carácter religioso. Forman parte de nosotros y ahora que las hemos perdido, las echamos de menos.
Ayer también fue un buen día para Castilla y León, que ha vuelto a situarse en los mejores puestos nacionales en el Estudio de las Tendencias de Matemáticas y Ciencias (TIMSS), elaborado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA).
En Ciencias, los estudiantes de la Castilla y León han obtenido 535 puntos, superando los 526 puntos de la OCDE, los 514 de la Unión Europea y los 511 puntos de España. Los alumnos de la Comunidad también consiguen muy buenos resultados en Matemáticas, con una media de 528 puntos, por encima de los 527 de la OCDE, de los 513 de la UE y de los 502 puntos de España.
En matemáticas Castilla y León supera otra vez a todas las comunidades autónomas. La Rioja alcanza los 527 puntos y se sitúa por delante de Asturias (520), Madrid (518), Cataluña (494), Ceuta (462) y Melilla (458).
La Junta de Castilla y León puede sacar pecho. Su apuesta y el enorme esfuerzo económico para que la educación llegue a todos los rincones de esta extensa Comunidad se ve recompensado. Aquí, los datos avalan que los niños de la España vaciada tienen las mismas oportunidades que cualquier otro. Un mérito que también tiene que ser compartido con los profesores, por su compromiso. Esos maestros capaces de sacar lo mejor de los alumnos en aulas de cuatro estudiantes, cada uno de una edad, y de los padres que valoramos la educación como el mejor patrimonio que podemos dejarles a nuestros hijos.
La calidad educativa es otro atractivo que ofrece Castilla y León para quienes quieran apostar e invertir en una buena educación, que no tiene nada que ver con la Ley Celaá, la que pretende repartir miserias e ignorancia entre todos y que se consiga el título de Bachiller con suspensos, la que quiere cargarse la concertada en la que han estudiado muchos de los ministros de ahora o sus hijos y cargarse el Castellano como lengua vehicular.
La que pretende, en definitiva, aborregar, porque es la única forma de eliminar al discrepante y que el social-comunismo, al estilo de Venezuela, se mantenga por los siglos. Dios nos libre del aborregamiento. Menos mal que Castilla y León es una de las comunidades que rechaza que se pueda obtener el título de Bachillerato con suspensos.
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