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En Toledo, hace 865 años, un día como hoy, 8 de mayo de 1254, Alfonso X El Sabio firma el documento que ordena la ... actividad del Estudio y de los estudiantes, confirmando los privilegios de la Universidad. Allí se decía que “mando que los alcalles de la villa guarden e fagan guardar los priuillejos de la uniuersidat quanto pretenesce a los derechos del rrey”. Un alcalde de Salamanca, ayer, hoy y mañana no debe gobernar la ciudad sin tener en cuenta a la Universidad. En la campaña, todos apelan en sus programas a la educación y el conocimiento como fuentes de desarrollo, y tienen razón. Otra cosa es que llegado el momento cumplan, se despisten o se enreden.
Aquella universidad del siglo XIII ya extendía su sombra sobre lo que hoy son ruinas del “Botánico”. Un “Botánico” que se hace parque arqueológico mientras Huerta Otea se anuncia botánico y extensión universitaria. Las ruinas deben su nombre a las pistas que complementaron el viejo gimnasio universitario, llamado “del Botánico” porque lo fue por empeño de Pedro Julián Rubio, profesor de Instituto, a mediados del siglo XIX. Sus ruinas y las del Colegio de los Verdes se mezclan con lo que hoy es Facultad de Geografía e Historia. Por Huerta Otea estuvo el legendario Barrio del Castigo y su famosa venta, que reunía baños y peleas amateur de boxeo en los años sesenta del siglo pasado. Aquel barrio encajaría en el título que acompaña la exposición de Robert Capa que se inaugura este miércoles en el Centro de la Memoria Histórica: “Poéticas de resistencia, memoria y olvido”, sobre los ecos del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana para un hijo de la Guerra Civil, Joan Margarit. En el Castigo habitaba el olvido a pesar de las “misiones” enviadas desde la Purísima y San Juan de Mata, después, y fue escenario de episodios dignos de análisis en las jornadas de Novela y Cine Negro, en las que queda claro que la realidad supera a la ficción y con la ficción se pueden decir muchas cosas que no caben en la prensa.
Aquella venta del Castigo podría formar parte de un tomo relativo al comer fuera de casa en los últimos cien años. Pajaritos y ancas de rana. Luis Arias González, salmantino de 1962, acaba de publicar con José Luis Carmona García “Comer fuera de casa: tres siglos de restauración gijonesa”. Luis es de los nuestros. Expertos en historia del movimiento obrero en España así que miembro del GIR de la Universidad de Salamanca. Historiador y profesor. Un relator de las cosas asturianas que fascina. En este volumen denso, documentado e ilustrado habla de las cosas y las casas del comer entre 1700 y 2000. Un “obrón”. Aquí, tendríamos que empezar hablando de ventas y mesones, de pupilajes heredados, de hambrunas y otras miserias, pero también de cocinas de palacios ducales y conventos, de los primeros cafés abiertos sobre los cuerpos aún humeantes de la batalla de Arapiles y la toma de Salamanca, de pastelerías y primeros hoteles, casas de comidas y restaurantes hasta el despertar que trajeron las Edades del Hombre y sobre todo el 2002. En fin, algún día, de momento disfruto del “obrón” de Luis y sus historias.
Tengo delante una fotografía de hace treinta años, treinta, dirigiendo un programa de radio en los primeros estudios de la “Ponti” recién abierta la Facultad de Comunicación, que hoy está en Huerta Otea. María Teresa Aubach era la decana. Estábamos pendientes de la homologación de sus estudios y título, que finalmente se consiguió. Treinta años ya y cuánta buena gente, cuántos amigos, cuántos compañeros, cuántos maestros. En fin, felicidades y a por otros treinta, que será posible porque siempre necesitaremos que se nos cuenten lo que pasa como necesitamos de la poesía, de fotógrafos como Capa y cronistas como Luis. Felicidades.
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