Pompas fúnebres

Las cofradías benéfico religiosas salmantinas tenían el carácter gremial contando entre sus fines asistenciales la atención de hospitales o centros benéficos y el socorro no solo de sus cofrades sino también de los pobres y ajusticiados, incluyendo el entierro tras su muerte.

Así la que regía el Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia fundado en 1389 por doña Sancha Díez que auxiliaba a los reos condenados a muerte, recogía los cadáveres del patíbulo y enterraba a los ajusticiados en el propio hospital, situado en la plazuela de San Cristóbal.

En 1267 se fundó la cofradía que sustentaba el Hospital de Santa María de Rocamador, dependiente de la encomienda de San Juan de Barbalos, destruido por la avenida de San Policarpo en 1626. En 1491, la cofradía del Hospital de Santa María la Blanca, primitivamente de DSanta María de Roncesvalles, recibió de la Catedral como donación el cementerio de la vecina iglesia de San Gil.

Desaparecidas las cofradías que practicaban la obra de misericordia de enterrar a los muertos, durante la segunda mitad del siglo XIX, surgen empresas dedicadas a tal menester como negocio, proliferando como consecuencia de las epidemias que se producen en esta época. El 1 de abril de 1855 aparece el cólera morbo asiático en el Hospicio salmantino, que no desaparece hasta diez años más tarde y se reproduce en 1885 causando 157 fallecimientos. Los fallecidos eran portados hasta la fosa en angarillas.

La primera empresa de la que tenemos noticias es la “Agencia Funeraria” creada en 1878 en la Plazuela del Corrillo, 28, por Francisco Núñez Izquierdo y que era regida por Manuel Rodríguez. A partir de 1 de enero de 1897 comienza a titularse “La Funeraria” de Manuel Rodríguez, quien como ebanista ya se venía anunciando desde 1887 en el mismo domicilio. Tiene como eficaces ayudantes a “el Cuqui”, “el Tío Cavila” y “el Tirillas”.

Se da la circunstancia de que el 15 de marzo de 1895 se anuncia “La Funeraria” en la Plazuela del Corrillo, 28 y al tiempo la funeraria “La Soledad”, al cargo de la cual se encuentra Manuel Rodríguez, en Meléndez, 14, quien afirma ser el agente más antiguo por haber pertenecido a la razón social “Agencia Funeraria”, de Corrillo, 28 y se anuncia como afinador de pianos y reconstructor de instrumentos de cuerda. Se trata del célebre “Cabecita”, excelente contrabajo, compañero de fatigas de Bretón en su juventud, tanto en Salamanca como en Madrid. La hereda su hijo Joaquín. Todavía en enero de 1898 sigue apareciendo “La Funeraria”, de Manuel Rodríguez en Corrillo, 28.

Otro hombre polifacético es Raimundo del Rey quien en junio de 1883 abre la “Nueva Funeraria” en la plazuela de la Libertad, número 10, trasladándola en enero de 1886 a la calle del Prior, números 9 y 11 y en mayo de 1891 a la calle de la Rúa, número 30. En febrero de 1893 efectúa un nuevo cambio y la sitúa en Sánchez Barbero, 15. En su deambular callejero, tres años más tarde, vuelve a la calle de la Rúa, pero al número 58, donde se encuentra la “Nueva Funeraria” en enero de 1897, ya a nombre de su viuda, Agueda Román.

En diciembre de 1891 María Prieto tiene un cerería en la calle del Prior, 12, que traslada a la calle de la Rúa, 59, junto a la Catedral, en enero de 1894 y en el mes de julio, cuatro años más tarde, monta la “Funeraria Religiosa” como Viuda de Ramón Sánchez.

En febrero de 1892 instalan la Agencia de Pompas Fúnebres, “La Económica” Alfredo Fuentes y Compañía, en Quintana, 2.

Ya en el siglo XX van apareciendo gran número de funerarias: “Nuestra Señora del Carmen”, en Zamora 57/59; “La Piedad” en Rúa, 58”; “La Dolorosa” en Plaza Mercado 11 y luego en Gran Vía, 67; otra “La Soledad” en los Corrales de la Rúa, 8 o “Santa Teresa” en Crespo Rascón, 21.