Políticos, psicópatas y otros asesinos inviolables
Jueves, 28 de enero 2021, 04:00
Secciones
Destacamos
Jueves, 28 de enero 2021, 04:00
Supongamos que voy conduciendo por Madrid y, abstraído por su cosmopolita belleza, me salto un semáforo y ¡plas!; atropello a un peatón. Para colmo de ... males mi suerte es más negra que la de Quevedo y el interfecto al que arrollo es Pablo Iglesias. Como consecuencia de las heridas el picassiano cuerpo del pobre Pablo acaba apagándose, dejando como viuda a una empoderada plañidera.
En este hipotético supuesto yo no me podría ir de rositas con una sencilla disculpa pues, a tenor del artículo 1902 del Código Civil, «el que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado». Aunque, evidentemente, no quería matarle -ni tengo intención, señores, que sé cómo se las gasta el KGB patrio-, me tocaría asumir la responsabilidad y apencar con las consecuencias de mis actos. Estando en el talego, mientras viera pasar alegremente al asesino de Diana Quer hacia su pronta libertad —manda huevos—, recapacitaría sobre mi terrible distracción y, tirando del hilo, llegaría a esta conclusión: ¿por qué los políticos no pagan por sus actos?
Está claro que tanto el salvador Illa como su compinche con apellido de vinazo barato tendrían que responder, con su patrimonio y con su libertad, por la jupiterina cascada de negligencias sanitarias que estamos padeciendo con consecuencias funestas y trágicas. Pero, contrariamente a la lógica, ahí están; uno de camino a Cataluña, dimitiendo en mitad del partido, con la frente alta y las manos ensangrentadas, y el otro, con las manos no menos manchadas, aprovechando la mínima oportunidad para tomar olas en Nazaré.
No obstante sería Pedro Sánchez, alias el Capo Mulero, quien más delitos acapararía. El pueblo español debería poder imputarle, a parte de los delitos de cooperación con terroristas y secesionistas, todas las muertes que han sido fruto del pandémico holocausto. Si hubiera justicia —que no la hay—, en castigo por su ultrajante y reiterado amor a la mentira y a los juegos anfibológicos —como el inexistente comité de expertos—, merecería ser disciplinado a la antigua usanza. Sánchez, el infame que ha sumido a España en la más absoluta ruina; el que nos ha quitado el derecho a trabajar sin un mínimo resarcimiento; el mismo que ha vaciado nuestros hoteles de turistas alemanes para llenarlos con inmigrantes ilegales que delinquen, violan y dispersan el virus por toda España, no merecería menos que ser condenado a sorrabar perros. Pero ya les adelanto que esta fantasía de justicia quedará en nada, pues antes veremos congelarse el infierno que a este desalmado expiando sus culpas.
El último capricho de su desmedido ego pasa por tomar Cataluña y luego, si el resultado electoral es beneficioso para él —y si no también—, ya se encargará de rematar España. Las huestes socialistas piden ofrendas de sangre y al pueblo español aún se le puede sacar alguna gota.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Jairo Junciel. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.