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No hay censores más intransigentes que los guardianes de lo políticamente correcto. Ellos establecen límites insólitos respecto a los usos y costumbres y descubren peligros en cualquier parte. Como ejemplo dos sucesos que, en los últimos días, han lanzado a la calle a un ejército ... de defensores de la corrección, cuya manipulación resulta aterradora.
El primero, la broma, inadmisible y de mal gusto, del colegio Elías Ahújo, donde una fachada entera de universitarios convertidos en “monos” hacen la “gracia” de provocar a las universitarias del colegio de enfrente llamándolas “putas”.
De nada han servido las explicaciones de las chicas (y por supuesto de los chicos), respecto a que no se trataba más que de un juego tan torpe como inocente, donde la “tradición” se centraba en burdos cánticos que ellas contestaban con otros al mismo nivel. Lo mismo da que la costumbre no sea más que parte del reducto de un tiempo pasado donde entre las barbaridades cabían hasta que se tirasen cabras por las ventanas. Es mejor convertirlo en una amenaza contra las chicas (quienes arremeten contra ellas dicen que no se defienden porque son pijas y ellos pijos y “pija no come pijo”), que esconde un intento de agredirlas sexualmente en cuanto se descuiden y que provoca pánico a “las chicas de izquierdas”.
A ellas nadie les ha cantado nada, pero, por extensión, se sienten amenazadas por los “pijos, cayetanos, fascistas dispuestos a violarlas”. La broma machista y a erradicar, se ha transformado gracias a los guardianes de lo políticamente correcto incluso en un asunto ¡a investigar por la fiscalía general del Estado! Pero no es la única causa que ha hecho salir a la calle en estos días a los que matan por lo políticamente correcto. Que Iker Casillas, harto de que se le atribuyan una y cien novias hiciera la broma de “soy gay, respetadme” en twitter casi le cuesta una condena de muerte; tanto que, abrumado, inventó que el chiste -que contestó con otro más su amigo Carles Puyol (“es el momento de dar a conocer lo nuestro”), con la consiguiente reprimenda-, fue producto de un hackeo de su cuenta.
Mal, esta milonga de Iker de un inexistente hackeo, pero comprensible por el miedo que provoca atreverse con la ironía y la guasa en las redes, aunque estén justificadas en el hartazgo, habiendo como hay un sinfín de abanderados de lo políticamente correcto, capaces de asesinar dialécticamente a quien se salte sus reglas, cada vez más férreas. Cada vez más insoportables. Cada vez más destructivas.
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