Política y (po)ética
Jueves, 1 de abril 2021, 05:00
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Jueves, 1 de abril 2021, 05:00
Señaló José Hierro que “la poesía es dar nombre a las cosas”. Pero no un nombre cualquiera, y desde luego no un nombre tramposo y enmascarador. La poesía, añadió, implica “descubrir el nombre verdadero, tapado por los nombres falsos que ostentaban”. Esos apuntes de Hierro, ... recogidos en “Elementos para un poema”, permiten deducir lo lejos que está la auténtica poesía, respecto a buena parte de la cotidiana política. La política dominante (no toda, pero sí la hegemónica y habitual) precisamente se caracteriza por recurrir a los “nombres falsos”. La utilización de trampantojos semánticos es una constante del pervertido lenguaje político: creyendo que encontrarás algo que parece enunciar el significante, te topas con un significado bien distinto al que habría sido previsible.
Ese uso del politiqués no solo sería ajeno a la poesía, sino que también dista del más básico sentido de la ética. Entre otros requisitos, un mínimo de ética política pasaría por no emplear el lenguaje para engañar, ni para desviar la atención, ni para escudarse en evasivos burladeros, ni para rebozarse en tergiversadores digo-diegos. Vayamos hoy con esto último.
Una vez que abandonó la política activa, Eduardo Madina se refirió a una característica de nuestros días: “No hay principio de contradicción”, apuntó. Aludía a la extraña sensación de formar parte de una serie audiovisual, donde en cualquier momento podía acontecer un giro de guión no solo inesperado, sino inverosímil. Se refería también a la incomodidad que le causó tener que decir algo contrario a lo que había dicho nueve meses antes. Reconocía que en ocasiones le había tocado incurrir en ese tipo de imposturas, y se alarmaba porque cada vez el ciclo de tiempo se había estrechado aún más. Es decir, ya no hacía falta esperar unos meses para encontrarse flagrantes contradicciones en un político, sino que en 24 horas (o incluso en menos) podíamos toparnos con posicionamientos absolutamente dispares.
Para rematar la fiesta, Madina se asombraba de que tales estratagemas políticas no causasen alteración alguna en el voto. Una impunidad electoral que incentiva tales comportamientos. Ese indulto de las urnas propicia que el político sin escrúpulos no tenga pudor alguno por ejercitar tales mañas. En esa serie de la que somos coprotagonistas (la ciudadanía también forma parte de la trama, claro), la velocidad de los capítulos es tan vertiginosa, que dentro de nada... prácticamente nadie recordará la penúltima engañifa.
En política, el lenguaje gratuito es el que más caro sale. Y por lenguaje gratuito me refiero a esa chatarra lingüística que habita en múltiples proclamas políticas. Baratija discursiva, palabrería hueca, monserga inane. Se podrían añadir múltiples ejemplos de todo esto. Ejemplos que cantan mucho. Sin ir más lejos, la semana pasada hubo un caso que tonicantó bastante.
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