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IGNORO cuál es el porcentaje de jóvenes que compran un periódico o leen la prensa en papel. No creo que sea muy alto, lo cual ... sería disculpable si tenemos en cuenta la querencia de la juventud hacia la pantalla y los dispositivos móviles. Cosas de la edad. Lo que me temo es que tampoco sea muy elevado el número de quienes, de los treinta para abajo, se interesan por la actualidad política o económica a través de cualquier medio informativo, sea audiovisual o no. De ahí que hayan proliferado los apocalípticos que vaticinan la muerte de la prensa tal como la conocemos ahora. Sin duda han descendido las tiradas y hasta puede que haya menos quioscos dedicados a la venta exclusiva de periódicos, aunque hayan compensado ese déficit con la expendeduría de tabaco y una variada oferta de chuches. Hay que reinventarse.
La verdad es que a la prensa en papel le pasa como a la novela, cuya muerte ha sido anunciada muchas veces y, por fortuna, no acaba de producirse el óbito. Preciso es reconocer, no obstante, que los hábitos lectores han ido cambiando, entre otras razones debido al peso cada vez mayor de las plataformas televisivas y otros modos de entretenimiento que sustituyen a las ya lejanas y añoradas horas de plácida lectura. Realmente, supone todo un reto analizar con rigor el estado de la cuestión, evaluar el mundo periodístico y proponer posibles salidas en plena era post-tecnológica. Eso es lo que pretende la iniciativa de Sergio Martín y Fernando Jáuregui, dos figuras que, con la buena nueva del Periodismo 2030, recorren diferentes foros exponiendo, analizando y proponiendo. Como diría Santa Teresa, tiempo de obrar y tiempo de caminar. Para esa andadura cuentan con el respaldo de un centenar de periodistas y expertos en comunicación. A ellos se suman los directores de los periódicos más representativos de las ciudades por donde estos dos esforzados paladines de la noticia y la opinión van dejando huella. Una huella que aspira a transformarse en el libro que recoja los análisis, las reflexiones éticas y políticas y las conclusiones espigadas tras meses de enriquecedores debates.
Hoy día las fronteras entre la ética y la información se vuelven líquidas, frágiles, en esta sociedad globalizada en la que la hostilidad prima sobre la hospitalidad, en la que tantos seres humanos se ven obligados a dejar sus hogares para poder garantizar la supervivencia. Ucrania es buena muestra. Las verdades “universales” se tornan relativas, plurales, falibles. Tal como está el mundo de la comunicación en general, el periodista corre el riesgo de servir a dos señores. La supuesta neutralidad no existe y, en plena pandemia de fake news, podríamos preguntarnos si es el periódico el que hace las noticias o las noticias las que hacen el periódico.
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