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Pocos confinamientos nos quedan ya por probar. Hemos tenido confinamientos nacionales, por gentileza de Sánchez e Illa; locales, firma de la casa Casado ... e Igea, y ahora toca el confinamiento regional, anunciado por Alfonso Fernández Mañueco, al tiempo que se nos recomienda el familiar todo lo que se pueda, pero acabará llegando: está en el ambiente, y no hay demasiado en el ambiente. El bicho se alimenta del frío y le gustan los espacios interiores, como a todos, en estos tiempos de camino al invierno. El caso es, que, sin pedir la independencia, como otros, nos encontramos aislados del resto de España, con el encargo de cubrir la “raya” como se hizo en otros tiempos, así que propongo reactivar el Fuerte de la Concepción y colocar centinelas en los miradores de Las Arribes, que vigilen los pasos de los contrabandistas de entonces para que nadie se cuele por ellos. Lo dicho, pocos confinamientos nos quedan por probar, a diferencia de los huesos de santos, que llegan cada año con su nuevo relleno para hacer más digerible este canibalismo religioso, tradicional y fantástico de estas fechas. Huesos que comemos esperando recibir de ellos la santidad de sus propietarios, igual que comemos buñuelos para sacar almas del Purgatorio. No quiera saber la de ellas que he llevado al cielo en volandas, como el san Cristóbal de Valeriano Hernández, gracias a mi devoción. Además de huesos de santos y buñuelos, las castañas asadas ya están en las calles sumando otro pequeño placer a estos días de aislamiento en los que estamos los que estamos, o sea, los de casa, como puede apreciarse en nuestras calles. Y qué pocos somos. Las primeras castañas de la estación las compré en Los Bandos, al pie de la casa nupcial del que sería Felipe II, mirando al viejo Banco de España, que es, cada día más, Centro Internacional del Español. Castañas potentes, del Cerro, que me supieron a gloria bendita. A dos euros la docena. Pronto no podremos citar a la castaña para referirnos a algo sin valor. Sin ser marrón glacé ni sustituto del trigo, la castaña cotiza al alza, pero se perdona el bollo por el coscorrón, porque no me imagino este tiempo sin castañas ni castañeros. Ni el mundo.

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