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Está resultando difícil tomar la Bastilla del dichoso COVID 19 y si algún día lo conseguimos deberíamos declararlo fiesta nacional, como hicieron los franceses con ... su 14 de Julio de 1789. El virus se ha encastillado como las tropas napoleónicas en Salamanca y se las vieron peor que mal los de Wellington allá por 1812 para echarlos. Se lo explicarán, si se apunta, en alguna de las visitas al Cerro de San Vicente que comienzan este fin de semana, porque allí, en ese teso, estuvo uno de los escenarios que aquel sitio a Salamanca. Benito Pérez Galdós en su Episodio dedicado a la Batalla de los Arapiles describe en unas páginas esa fortificación que fue el principio del fin de una parte notable de nuestro patrimonio artístico. Desde el Colegio de Oviedo, que desmontaron para reforzar con sus piedras los fuertes de San Vicente o San Cayetano, al convento de San Agustín, donde estaban los venerables restos de Fray Luis de León. Se lo contarán allí, además de toda la arqueología que hay en ese suelo, donde se establecieron los primeros salmantinos urbanos e inmigrantes del campo, quizás de ahí al lado, que se sintieron en ese alto más protegidos, como los franceses y el puñetero “bicho”, que brota y rebrota como los guerrilleros de Julián Sánchez, “El Charro”. De momento está ocurriendo lejos, pero nunca se sabe.
Nuestras cifras de hoy (toco madera) son una invitación al turismo. Un pasen y vean. Que si la ciudad desde las alturas, que si los monumentos a pie de calle llevados de la mano (figuradamente) de uno de nuestros extraordinarios guías, a los que me gusta engancharme y escucharlos cuando trabajan. Que si mire qué carnes y qué arte en el tapeo, y ese jamón... Lo dicho, pasen y vean. Pero con mascarillas. Mañana comienzan en Alba las Jornadas de Cocina Carmelitana y pasado se falla el concurso de pinchos de Salamanca y Provincia para recordar el Día de la Tapa. Pasen, vean y prueben. Los de Alba han tomado de percha para lo suyo el bacalao, que es muy propio de ayunos y abstinencia dentro y fuera de los conventos y el resto ha tomado el jamón por estandarte. Los albenses tienen de tutora para lo suyo a Santa Teresa, que hizo de la cocina del convento su oratorio, y el resto van detrás de San Antón, al que temen los cerdos no por ser mala persona, sino por su fecha de celebración.
Ya ejerce de mala nuestra Guadalupe Lancho en “Mercado Central”, y gamberrea Silvia Alonso, otra de las nuestras, en “La Lista de los deseos”, junto a María León y Victoria Abril. Alonso deslumbra en “Vanity Fair” y no por el cuché. Nuria Galache, que ha interpretado, entre otras, a Santa Teresa, exhibe estos días cortos de su confinamiento como directora y actriz y parte de un original proyecto que se desarrolló durante aquellos días de encierro, como el que le han impuesto a la santa andariega dejándola en clausura en agosto como a los de Lérida u Hospitalet. Pobre. Decía que de ese proyecto hay que hablar porque ahí hay mucho talento, como el de Mo de la Fuente, escritora, y Raquel García Sevillano, actriz, a las que conozco y sigo. Cuando le dejan sus traducciones, Mo de la Fuente se dedica a escribir novelas como “Ojalá Paula” o “Isla Tranquila”, o guiones. También derrocha talento Celia Sánchez, actriz y escritora, que desde el confinamiento nos tiene enganchados a “Un asesino entre doce” en Facebook, y a la que muchos animamos para que la convierta en guión de serie televisiva. Insisto, pasen y vean.
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