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Agosto de 2016. En el oasis de un recinto climatizado tras una mañana infernal, contemplábamos asombrados al Hermes con el niño Dioniso del Arqueológico de ... Olimpia. 2.400 años, lunes arriba o abajo, y allí estaba, reinando, desnudo, en una sala de luz matizada en la que entró, del brazo de su hija, una mujer que también se ayudaba de un bastón. Pero como el niño que demuestra que ya sabe montar en bici, en un momento la anciana se soltó del brazo y empezó a caminar sola, hipnotizada, alrededor de la escultura. Con su bastón y su luto, con la sensación de no haber estado nunca allí, pero saberse el camino. Rodeó el Hermes colosal poquito a poco. Sin dejar de sonreír, pero de verdad: como quien cumple un sueño para el que han tenido que pasar de largo décadas. Arrojaba pequeñas admiraciones en un griego gutural. Se dio cuenta de que la observaba y me lanzó una mirada de inteligencia antes de salir, radiante. Alguna historia habría detrás, quizá feliz, quizá dramática. Aquello quedaba entre Praxíteles y ella.
Me recordó cuando algunos años antes en Florencia -viaje de fin de curso en tercero de BUP- mi amigo Sergio me invitó a saltarnos la recomendación de esperar un autobús que se retrasaba comiendo un helado junto al convento de San Marco e intentar visitar al David en la Academia. Yo no iba muy convencido de la fuga, hasta que en un golpe de suerte (no había ninguna cola y era un día gratis) me vi dentro de la sala y aquel gigante me desafiaba con su furibunda mirada.
Vivimos tiempos confusos. En Florida, Estados Unidos, la directora de un colegio ha dimitido acusada de enseñar “pornografía” a sus alumnos de 12 años por mostrar en una clase sobre el Renacimiento precisamente esa obra de Miguel Ángel, quien, como Praxíteles, tuvo la mala idea de representar su personaje desnudo.
Mejor no tomárselo a risa, porque todas las tonterías acaban por globalizarse. Aquí, de momento, los añorantes del espíritu de Elena Francis andan más preocupados por salvar supuestos “monumentos” que homenajean a una de las partes, solo a una, en las que se fracturaba España en uno de los episodios más trágicos de su historia.
No deja de ser curioso que se corra a proteger una anestética pirámide fascista mientras aquí y allá hay un montón de vestigios de valor corroídos por el paso del tiempo, abandonados a su suerte. Curioso que en Saelices haya un mosaico romano bajo tierra porque nadie se puede hacer cargo de él. Que ninguna administración dé solución a un cubo de muralla prerromana en plena Rúa. Que se tirara el depósito de Campoamor por no tener “ningún valor”. Y que, paralelamente a lo de la pirámide, se niegue declaración BIC al precioso Monleón. Abandono eterno de unos y otros. ¿Tiene un monumento en ruinas? Quién sabe, quizá alguien la haga caso plantándole un aguilucho. O una estelada.
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