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Si Belén Esteban y Jorge Javier Vázquez han conseguido arreglar lo suyo, o casi (también en el Congreso se han amansado las aguas), ... tengo fe en que los bandos empresariales salmantinos se pacifiquen, como San Juan de Sahagún pacificó en su tiempo los bandos nobiliarios, y que el abrazo de la patronal local quede inmortalizada en fotografía, como aquella quedó plasmada en los bronces de Aniceto Marinas en la fachada del templo patronal. El propio templo es un abrazo de los estilos arquitectónicos que forjaron las iglesias salmantinas e incluso las piedras de al menos dos de ellas, San Mateo y Santa Eulalia (posiblemente, también San Justo), sirvieron para alzar esta ofrenda al pacificador de los sangrientos bandos, origen del nombre de la histórica plaza salmantina, única en el mundo, pues no sé de ninguna más que esté dedicada al bandismo. No será hoy, ni mañana, y quizá los líderes empresariales que le ponen cara a la división, José Vicente Martín y Manuel Gómez, ya estén en otra cosa, pero cae por su propio peso que los patronos salmantinos no pueden andar así y menos en estos tiempos graves, en los que desde el Fondo Monetario Internacional al Banco de España nos tienen el ombligo encogido. Uno, por lo menos, lo tiene. Tampoco se puede estar todo el día zurrando a los políticos por no estar unidos en estos momentos, y no predicar con el ejemplo. O elogiar a Mañueco y Carbayo por ensamblar acuerdos en estos tiempos y no hacer lo mismo. Hoy, un acuerdo es un corcho que evita que nos hundamos tanto como dicen que nos vamos a hundir, así que, venga, olviden agravios, dimes y diretes, y pónganse a lo que la inmensa mayoría de la patronal reclama y estuvieron a punto de acordar. Y luego, si eso, ya vemos si hay que hacer o no unos bronces.

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