Pablo no te fíes de los infieles
Miércoles, 29 de septiembre 2021, 05:00
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Pablo Casado quiere consagrarse como líder del centro derecha europeo ahora que la excanciller alemana Ángela Merkel ha abandonado la política, pero al presidente nacional ... del PP le falta bajar a la arena y pisar el barro de la España rural, dejar las portadas de los medios nacionales para ocuparse de lo que de verdad importa a los españoles. En definitiva, le falta ganarse el liderazgo de sus propios afiliados, de sus militantes y de los posibles votantes. Todo lo demás le vendrá por añadidura.
El problema de Pablo Casado es que ha empezado con mal pie. No ha sabido granjearse el cariño de las bases de su partido, que a la postre son las que le harán ganar elecciones. Confió demasiado en los cortesanos, esos que tiene a tiro de piedra en el Congreso y en el Senado y que, en la mayoría de los casos y salvo honrosas excepciones, no pisan las provincias por las que fueron elegidos más que cuando hay una ristra de fotógrafos y cámaras de televisión.
Se ha rodeado de malos consejeros que, en lugar de apoyarse en los territorios, han estimado conveniente abrir una guerra de guerrillas para quitarse de en medio a supuestos enemigos territoriales. Craso error. Los “barones” territoriales o provinciales deberían ser los pies y las manos de Casado allí donde él no llega cada día, porque solo ganándose el respeto de los suyos hasta en el último rincón de España conseguirá hacerse un líder fuerte.
Casado no ganó el liderazgo en el Congreso de verano de 2018. Él sabe que el triunfo de ese cónclave en el que sustituyó a Marino Rajoy se lo debe en gran medida a los votos prestados de otros dos candidatos que se quedaron por el camino: Dolores de Cospedal y José Manuel García Margallo, que tenían en común el “odio” a la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Si los delegados de esos dos contrincantes no se hubieran confabulado contra la que fuera mano derecha del presidente Rajoy en el Gobierno, posiblemente hoy las cosas en el centro-derecha se escribirían de otra manera.
Pero el presidente llegó a Génova con un equipo que podía presumir insultantemente de juventud, pero que carecía de la experiencia necesaria para ganarse la confianza de los militantes. Quisieron arrasar con todo, pensando que de esa manera se quitaban el lastre de la corrupción durante años consentida, fundamentalmente, en los alrededores de los municipios más prósperos de Madrid, aunque de los tentáculos corruptos no se libró ninguna comunidad, tampoco ningún partido político puede presumir de este lastre, aunque a algunos les penalice más que a otros.
Sin embargo, el mayor error de Casado -tal vez influido por la mediocridad de su equipo- ha sido abrir batallas estériles en aquellos sitios donde mejores resultados electorales ha cosechado el Partido Popular. Léase Salamanca, donde dio alas, si no promovió, una conspiración “judeo-masónica” contra la dirección provincial del PP, apoyándose en una supuesta renovación del partido promovida por quienes llevan más tiempo que los que han conseguido llevar al PP a las más altas cotas de poder, incluso cuando los vientos soplaban en contra del centro-derecha.
El penúltimo error es la batalla de Madrid. El enfrentamiento con la protagonista del cambio político en España, Isabel Díaz Ayuso, le guste o no a Pablo Casado o a su corte genovesa, es un error mayúsculo, que se va a ver el próximo domingo cuando los militantes que acudan a la plaza de toros de Valencia aplaudan y vitoreen a la presidenta madrileña, mientras Teodoro García Egea tenga que tocar el piano para amortiguar el silencio de la entrada de Casado en el coso valenciano.
Los simpatizantes pueden perdonar muchas cosas y ser indulgentes incluso con la corrupción -al PSOE casi siempre le excusan sus enormes corruptelas- pero lo que no se perdonan es la división o los enfrentamientos internos.
Casado debe parar la batalla estéril e inútil de Madrid y la de Salamanca, porque el mayor perjudicado, le digan lo que le digan los cortesanos, será el propio Casado.
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