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Pasado el “fin de año de lechuzas roncas” (Cortázar), y tras el homenaje a Unamuno frente al que fue su último hogar, se cierra un ... año eminentemente unamuniano; aunque ¿cuál no lo es en Salamanca? En 2018 destacó la gran muestra iconográfica en San Boal, con más de un centenar de obras que multiplicaron la imagen de don Miguel. En 2019 sobresalió por su dimensión mediática la película de Amenábar en torno a los postreros días de nuestro ilustre pensador, sin olvidar las últimas publicaciones acerca de su obra y su figura (los Rabaté), así como las especulaciones –por fin desentrañadas-- sobre un misterioso documento contemporáneo sobre lo que se dijo o no se dijo en el Paraninfo el 12 de octubre de 1936.
El año que comienza será sin duda de nuevo pródigo en aportaciones. Se espera el último libro de Francisco Blanco Prieto en el que aborda mitos, dichos y falsas citas unamunianas; el nuevo documental de Manuel Menchón, que ya se había acercado a Unamuno en el destierro de Fuerteventura con “La isla del viento”; y un buen número de ensayos y estudios que no hacen sino ratificar el carácter inabarcable del perpetuo rector salmantino. Por su parte, la Asociación de Amigos de Unamuno en Salamanca ha desplegado, como viene siendo habitual, un amplio programa de conferencias, mesas redondas, debates y presentaciones que se desarrollarán a lo largo de todos los meses del año, y a los que se invita tanto a unamunófilos como a unamunófobos (que de todo hay).
De haber vivido en estos días, me pregunto qué hubiera opinado Unamuno de nuestra sociedad y de los principios políticos que la conforman, él que sostenía en 1914 que el trabajo más urgente en España era el de “higiene social”. A tenor de lo que reflejan los medios, se diría que nos movemos entre el catastrofismo y el moderado pesimismo. Quienes tras largas negociaciones le han exprimido el jugo a la incierta situación anuncian vida y dulzura. La esperanza es nuestra. Sospecho que Unamuno vería con una mezcla de displicencia y sorna esa variopinta composición parlamentaria con inquilinos como el de las anchoas, el del plátano, el de las friuras turolenses, el de la gaita gallega o los de capucha y chapela. Y no tardando, puede que irrumpa también en el Congreso el del botillo, ahora que León existe y no desiste.
Yo, solidario con los descamisados y con los parias de la tierra, me adscribiré a ese cinco por ciento de españoles que van a dormir a pierna suelta a partir de la semana próxima, arrullados por el dulce ronroneo de separatistas, populistas, peronistas, epígonos bolivarianos, larvas del PC y otras hierbas, todos juntos y en unión defendiendo la bandera de la santa corrupción. Ay, qué tiempos aquellos del bipartidismo cuando los partidos corruptos eran solamente cuatro.
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