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Continúo relamiéndome de las tapas de toro de lidia que nos han acompañado estos días feriales y me preparo para el Foro del Ibérico, donde ... tendremos presencia salmantina bajo los focos: Pablo Antonio de Villoria, Joaquín Carrasco, Gonzalo Sendín, Carlos Hernández del Río, José Sánchez o Paula Gutiérrez, a la que deseo toda la suerte en su concurso de cocina de ibérico. La nuestra es, sobre todo, una despensa carnívora y de ahí la hiper sensibilidad a determinadas informaciones, aunque en los últimos tiempos se abre camino lo verde entre huertos y mercados ecológicos, como el de ayer. Una despensa esencialmente de otoño e invierno, que teme la llegada del lobo, con licencia para matar, dicen los ganaderos, y de la loba. En la Salamanca clásica los estudiantes de algunos colegios mayores, como el del Pan y Carbón, llevaban loba, parecida a una sotana. Y el lobo, recuerdo, estuvo muy presente en nuestras calles clásicas, que muchas eran “como boca de lobo”, por ejemplo, la del Tostado, llamada entonces del Trasgo, o la de Hovohambre, denominada Lobohambre en algunos documentos. Sin olvidar que los hambrientos estudiantes de entonces eran comparados con lobos por los comerciantes, atemorizados por sus asaltos.
Este año, el mejor pincho de la Feria ha sido una hamburguesita de rabo de toro, creación de Blanca Tadiana; una Feria de la que esperamos descubrir a nuestro taurochef de referencia. Aunque deseo que el año gastro taurino no termine aquí y que cocina taurina e ibérica convivan todo el año en amor y compañía, como lo hace el hornazo, protagonista gastronómico de vez en cuando fuera de Salamanca cuando se habla de ella. Me pregunto si los lectores de “The Guardian”, admirados de todo lo salmantino, también lo están de nuestro secular hornazo, maravilla que no falta estas horas en la reapertura del campo de golf de La Valmuza, ahora bajo la batuta de Eustaquio Andrés, empresario salmantino e internacional del neumático, con un torneo con LA GACETA de protagonista y una participación de propios y extraños admirable. La lista de espera por una plaza ha sido espectacular. Este campo y el golf en particular nos van a dar grandes momentos en las próximas semanas, bajo el estandarte de la casi normalidad pandémica, que va de momento sobre ruedas. Toco madera y me encomiendo a los dioses de Fernando Cayo, que anoche deslumbró con su humor en el Liceo en la representación de “Por todos los dioses”, que no es sino una reflexión sobre nuestro lugar en el mundo. Un lugar que a veces se encuentra encima de un volcán y otras veces bajo él, como aquella obra de Malcolm Lowry o su rol en “La casa de papel”.
Cayo debutó en el cine con nuestro Chema de la Peña, que nos debe un documental de ese volcán llamado Charo López, cuya versión rapsoda conmueve, según crónica más que creíble de conocidos. Todos vivimos hoy sobrecogidos por las imágenes de La Palma y hartos del interminable culebrón de Puigdemont, uno de los grandes jetas de la historia nacional, con domicilio en aquellos países bajos en los que nuestros tercios dejaron huella para impedir que se pusiera el sol en el imperio. Se anuncia para el fin de semana que viene recreaciones como colofón a este tiempo dedicado al Siglo de Oro, en el que tanto se veneraba la carne de cerdo o vaca, y supongo que también la de toro. Recreaciones con una coreografía digna de nuestra Vicky Gómez, que hubiese hecho un gran papel en el “Un, dos, tres...” de Chicho Ibáñez Serrador, al que se rinde homenaje en Salamanca con una exposición en el Museo del Comercio y unas jornadas en las que veremos a Mayra Gómez Kemp, Freda Lorente o a nuestro Rodrigo Cortés. Buen inicio de otoñada.
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