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Por fin la ciudad se quiso parecer a la de antes de la pandemia. Fue el viernes por la tarde. Grupos de chavales hicieron suyas ... las calles, quizá por el Black Friday, que dejó ver colas importantes delante de los comercios, a las que no quedaba más remedio que regatear a lo Maradona; o por el efecto “último día de clases semanales, exámenes a la vista y menos días para la Navidad”. Por lo que fuera, pero la sensación de que la ciudad había sido invadida por una oleada de hormonas era evidente. Lástima de bares, porque Salamanca sin ellos no es la misma y hubiera sido el remate. Hay que esperar a la víspera del puente de la Constitución Inmaculada (o no) para la reapertura, momento en el que quedaremos confinados perimetralmente. O sea, que tirar de los bares será una cuestión exclusiva de los de casa. Atentos. La sensación es que vivimos en un sinvivir, a lo que contribuye el no saber concretamente cuándo nos va a vacunar Salvador Illa. Son tanto los factores: edad, achaques, profesión, relaciones sociales... La buena noticia es que a medida que crezca el número de vacunados descenderá el riesgo de contagio en los demás.

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