¿Ola de calor o verano?

Los partes hablan de ola de calor y los viejos dicen que a eso se le ha llamado siempre verano. Escuchas las noticias y te ... imaginas a los medallones despegándose de la Plaza Mayor y a las esculturas de las iglesias deshidratándose de sudor, salvo aquellas afortunadas que miran a la fachada posterior de la Universidad de Salamanca, donde nunca se para el viento, como sucede en la calle de la Compañía. La Cueva de Salamanca parece un lugar fresco como una bodega, pero es una sensación engañosa: si acerca la mano a los muros los notará calientes porque al otro lado está el infierno. De los arroyos que un día atravesaron Salamanca solo queda su recuerdo en la toponimia: Vaguada de la Palma o Arroyo de Santo Domingo. El puente que salva este y permitía el acceso de los fieles a las confesiones de los frailes y de estos a las cátedras, tuvo hace unas horas que ser reparado por el impacto de un vehículo. Ese puente también hizo posible que un día la Gran Vía se concluyese, a costa de estos sobresaltos, y pasaran por él coches como los Citröen que se exponen en el Museo de Automoción y nos recuerdan a Vicente Sánchez Marcos y familia. De cualquier manera, aquellos canales de agua eran puras alcantarillas a donde iba toda la inmundicia: albercas de basura. Bañarse en ellas era morirse de cualquier cosa. Tampoco era recomendable la solana de San Martín, delante del ayuntamiento, donde estuvo el Mesón de la Solana, citado en el “Lazarillo”, y donde el sol estaba –y está—presente casi todo el día. Los soportales sofocaron algo aquel incendio. También los hubo en San Julián, los famosos de Camiñas, que era criador de sanguijuelas. Y luego están los del Corrillo, o portales de “Moneo”, y los de San Antonio, o de la “Covachuela”, refugios para las inclemencias del sol o la lluvia. Las orillas del Tormes y los parques clásicos, como el de La Alamedilla, Campo de San Francisco o Jesuitas, también son salvavidas para olas de calor, como la que anuncian.