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CAMINO por la calle con la mascarilla puesta en el antebrazo casi a modo de brazalete de capitán de un equipo de cafeterías. Mientras recorro la distancia que me separa del bar en el que he quedado con unos amigos, hago el cálculo mental del ... porcentaje de personas que todavía lleva el tapabocas puesto en exteriores. No es científico pero me sale un setenta y pico por ciento largo. Al llegar a la puerta del garito me cuelgo a las orejas el apósito de color azul clarito antes de entrar. Y en cuanto traspaso el umbral y veo a los colegas sentados en una mesa del establecimiento, me acerco y me mimetizo con ellos quitándome el molesto protector para charlar tranquilamente.

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