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El otro día me decía mi amiga Elena que soy demasiado pesimista con respecto al futuro del mundo, que las cosas no pueden estar tan ... mal como yo las veo, y me lo decía plácidamente sentados en una terraza de la calle Zamora, con una copa de verdejo en la mano, tan lejos de Kabul y tan a salvo de los hijos de la gran puta de los talibanes, los nuevos interlocutores de desechos neuronales como Joe Biden y José Borrell. Quién ha visto a los Estados Unidos, mi amadísimo Estados Unidos, y quién ha visto a la Europa que me dio mi orgullo y mi conocimiento; la Europa de Grecia, del Imperio Romano, de la Revolución Francesa, y de tantos que sólo vieron la unión, el progreso y la educación como antídoto al apocalipsis que se ensayó en la II Guerra Mundial: Winston Churchill, Adenauer, Robert Schuman, Monnet o Simone Veil. Pero fueron, somos millones los notables y anónimos que hoy tenemos un 1 euro en el bolsillo. No olviden este detalle: 1 euro en el bolsillo, el símbolo de la unión y el bienestar que alcanzamos el día que entramos en París en agosto de 1944. Libertad: modo de empleo. ¿Cómo lo hemos podido olvidar?

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lagacetadesalamanca No soy pesimista