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La cuenta atrás está llegando a su fin. El próximo domingo decae el Estado de Alarma y estas son las horas en las que no ... sabemos qué será de nuestra ‘secuestrada’ vida. Lo han conseguido una vez más nuestros amados líderes, después de un año de pandemia sus cálculos políticos siguen pesando más que el interés ciudadano. Ahora, mientras los madrileños hacían cola ante los colegios electorales, el gobierno se sacaba de la chistera el enésimo giro judicial para que las comunidades puedan mantener cualquier restricción, hasta el toque de queda o el cierre perimetral, más allá del 9 de mayo.
Otra jugada más del estratega de la Moncloa, seguir dejando en manos de los gobiernos autonómicos el ‘marrón’ de las restricciones mientras ya no le caben en la solapa las medallas autocolgadas por ser los más mejores en la vacunación.
Esa lección la aprendieron rápido los Redondo y compañía en el primer Estado de Alarma. Con los ciudadanos hasta el gorro del discurso Mister Wonderfull Sánchez de todos los domingos, aquello de ‘saldremos todos juntos, más fuertes y mejores’, pasaron el testigo de la desescalada a las autonomías. Competencia delegada y envenenada, lo ha demostrado el paso de los meses. Ahora, es la foto de Francisco Igea la que decora los bares como ‘enemigo público número uno’ y es a Alfonso Fernández Mañueco al que piden cuentas sus paisanos, y votantes.
A ese ejecutivo regional le toca de nuevo ejercer de Salomón, decidir hasta dónde quiere arriesgar con el nivel de restricción, eso sí, ya no está en manos de los jueces del terruño, ahora recaerá en el Supremo, el mismo que argumentó que adelantar el toque de queda al ocaso de las ocho de la tarde en Castilla y León era ir demasiado lejos. No hay decisión fácil: si se apuesta por mantener la situación actual, con toque de queda y cierre perimetral, el enfado del personal puede dejar en una simple rabieta lo de Hulk (sí, el superhéroe verde y rabioso), y si se abre la mano y se permite el flujo de ciudadanos nos arriesgamos a romper la contención de esta cuarta ola y a que se puedan disparar los contagios. Nunca ha sido fácil decidir, ahora menos.
Por no obviar que estamos abocados a esa especie de alocada carrera autonómica por ver quién es más generoso con sus paisanos, en el más puro sentido paternalista de los dirigentes, que verán aquí una gran oportunidad de, por fin, protagonizar las noticias positivas, esas por las que matan los asesores.
Trece meses llevamos de pandemia y la falta de consenso y coordinación entre administraciones es para hacérselo mirar con TAC incluido, por si acaso hubiera diagnóstico y posible tratamiento, aunque haya que operar a corazón abierto. Una sociedad moderna no puede permitirse unos gobernantes más preocupados por convocatorias y campañas electorales que por el bienestar de sus ciudadanos. No hemos aprendido nada de nada.
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