No aburramos contando pesares
Sábado, 27 de marzo 2021, 04:00
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Sábado, 27 de marzo 2021, 04:00
Como escribo en Viernes de Dolores, lo lógico sería hablar de congojas y desconsuelos. Acaso imitar a Torrente Ballester en una de sus obras, y ... dedicar esta columna “a quien más dolor me causa”. Pero los lectores que me queden estarán hasta las trancas de política, contagios, ruinas y cierres. Yo también. De modo que no trato de “calvarios” humanos -tan frecuentes en derredor desde hace un año-, ni de sus penosos finales. En todo caso, tratando de mitigar el sufrimiento físico, recomiendo el magistral artículo publicado el domingo pasado en estas páginas, con la firma del prestigioso oncólogo Juan Jesús Cruz, sobre la eutanasia.
Hoy he decidido seguir -una vez más-, el áspero consejo de mi maestro Serafín “el gamba”, que decía haberlo aprendido de su abuelo, y ya habré traído aquí en alguna ocasión: no le cuentes tus penas a los amigos; que los divierta su padre. Hoy es puente, sábado sabadete, luce el sol, hay terrazas, hay que dejar aparcados los sinsabores y ¡marchando una de jeta!, que siempre que ha llovido ha escampado, y el sol no falta a su cita cada mañana. Por cierto, también ración de queso -hoy es el Día Internacional-, a ser posible de oveja, de los Arribes, semicurado, y si es añejo, pues también. Que el sábado de Pasión nos lo den con queso. Hay que salir llorado de casa, o llorar pa dentro. Tomar como analgésico más jeta y vino y menos paracetamol.
¿Dolor? Sí, oigo patria tu aflicción. Como a Unamuno, también a mí “me duele España en el cogollo del corazón”. Pero hay datos positivos. El último, que afortunadamente ha salido del Gobierno y de las Cortes, la víbora con moño. Una vez usó desvergonzadamente esa expresión unamuniana. Pero si detesta España, ¿cómo diablos le va a doler? Eso sí, sale forrado, con 540.000 euros de fortunita, que no los gana todos los días ninguno de los idiotas que le siguen votando. O sea, que Iglesias tiene ahora más libertad, más aún, para ensuciar todo y mear hacia dentro, pero ya desde la plaza o la calle, fuera de Moncloa y del hemiciclo. Lo de orinar viene de cuando el director del FBI, aquel inquietante Hoover -la versión norteamericana de nuestro Villarejo-, estorbaba, porque sabía la vida y milagros de todo quisque. Un conocido asesor del presidente le dijo que no lo cesara, porque era mejor que el indio estuviera dentro de la tienda y meara para afuera, que le echaran y meara para dentro. Gracias, Ayuso, por provocar esa salida del macho alfa que te quiere meter en la cárcel, aunque no diga por qué.
Hay que ver siempre el vaso medio lleno. La salutación del optimista de Rubén, “vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente”. No sé quién dijo que nuestra vida está llena de cactus, pero no hay que sentarse en ellos. Si hasta el buque carguero atravesado en el Canal de Suez, nos ofrece una parte positiva. Esos cuatro Bernabéus juntos, que se dice pronto, van a obligar a otros muchos barcos a dar la vuelta a África, y doblar el cabo que fue de las Tormentas y los portugueses bautizaron de Buena Esperanza. Apliquémoslo a la pandemia. Ayudemos a que no haya cuarta ola y a doblar de una vez el cabo que lleva ese esperanzador nombre. El de la Esperanza Macarena de Triana, desde cuyo camarín el maestro Carlos Herrera hizo ayer su programa de la COPE. Nuestra Virgen de la Esperanza, que este año no saldrá de madrugada desde San Esteban, pero que desde su altar nos anima a confiar en un provenir venturoso.
Así que lo dicho. De contarle las penas a tus amigos, ni miajita. Si te quieren sufrirán, y si no, mal rollo. He tenido la suerte de despertarme y levantarme con dolores, o sea, ¡que sigo vivo! Gracias, Señor. He tirado el saco de lágrimas en un rincón, he salido al porche a mirar el horizonte y renovar mi admiración por la naturaleza. Y he felicitado a varias Dolores, ninguna de ellas de Calatayud, ni fiscal. Especialmente a dos primas, registradora y ginecóloga, ambas jubiladas, de las que tenemos en familia para presumir. De manera que estoy llorado; estoy agradecido a Dios por sobrevivir; estoy empapado de paisaje y primavera; he felicitado a quien quiero, y estoy escrito. Hala, a cobrar y a una terraza. ¡Una de tortilla! Me ha parecido escuchar, ¡marchando! Y el trote lejano de una borriquilla que se dirige a Jerusalén. Tomaré un ramo de laurel, aunque no me dejen agitarlo. Siempre valdrá, como dijo Isabel II, para la pepitoria.
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