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Ni truco, ni trato. Salamanca nunca se ha hecho valer cuando ha ido a llamar a las puertas de los despachos del Gobierno Central o ... Regional, para intimidar a quienes ostentan el poder y tienen la llave de la caja para decidir cómo se reparten los dineros. Y como somos ‘de natural’ pacatos, poco enredadores y, además, malísimos comediantes, ni se asustan, ni se dejan camelar, y siempre acaban dándonos con la puerta en las narices.
Ni truco, ni trato para esta Salamanca acostumbrada a migajas y escurrajas, donde todo proyecto se hace un sueño a largo plazo y terriblemente tedioso. Cabe recordar los años que hemos tardado en poder ir por autovía a Madrid; las décadas que ha durado la construcción de un hospital, cuyas obras han tenido que narrarse a cámara lenta; el tren de alta velocidad que vino a ser un Alvia, al que no se tardó mucho en recortar las frecuencias. Y con este caudal es con el que parece que tenemos que seguir manteniendo la honra. Porque no hay año que, llegadas estas fechas, no estemos tirándonos de los pelos al ver que ni los de aquí, ni los de allá, han aceptado el truco o el trato. Ya tenéis el hospital, dicen, para consolarnos. Y seguidamente, para que no nos deprimamos, todo se hacen galanteos y demás lisonjas: ¡qué hermosura de ciudad, qué bruñida plateresca, qué océano de encinas, qué fuego de ocasos! Lo de ‘ser oeste’ ya no se atreven a decirlo, por eso de que todos sabemos que la metáfora nos escuece y nos escama. Por eso de que no es políticamente correcto mencionar la dirección cardinal por donde van hacia la muerte el sol y las ánimas.
Ni truco, ni trato, porque tenéis la suerte de que, en Salamanca, según hemos podido leer hace unos días en un artículo firmado por Begoña Hernández en GACETA, morirse cuesta menos que en la media nacional. La noticia vendría a poner un punto de optimismo y holgura a las consecuencias que puede traer este rácano reparto de la inversión pública para con Salamanca, pero no. Gran parte de la actividad económica de la capital y de la provincia está agonizante y a duras penas se sostiene en pie. Truco o trato, ha dicho la hostelería. Truco o trato, ha dicho el comercio menor. Truco o trato, ha dicho el campo. Truco o trato, por eso de que hay quienes aún continúan creyendo que es mejor seguir llamando a las puertas autonómicas o ministeriales que bajar trapas, malvender tierras y ganados, despedir empleados o esperar a morirse más barato, mientras sobreviven con la subvención. No sé qué pensarán de todo esto los que ya están económicamente muertos. Porque, ¡qué malo es morirse, sin morir de verdad!
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