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Primero fue el ‘macropuente’ de diciembre, luego las abundantes lluvias que han llenado embalses y pantanos, a continuación una nueva convulsión política por la reforma ... judicial y, finalmente, el tradicional sorteo del Gordo. Diciembre ha sido un mes muy movido, que ha pasado en un suspiro, hasta el punto de que casi no nos hemos dado cuenta de la llegada de la Navidad.
Después de dos años cohibidos por la pandemia, en esta ocasión la covid-19 ha estado en un segundo plano y hemos podido cenar y comer relajados, sin mascarillas, eso sí, mirando la cartera para no pasarnos con las compras.
En febrero se cumple un año del inicio de la guerra que Rusia emprendió contra Ucrania, como consecuencia, esta Navidad ha sido la primera para los refugiados que están lejos de sus casas. Ojalá que al menos hayan podido disfrutar de estos días con parte de su familia.
Esa guerra injustificada disparó los precios de la energía, que ya eran muy altos, y poco a poco hemos ido notando cómo han subido todos nuestros gastos, también la cesta de la compra, tanto de productos básicos como otros propios de estas fechas, que casi parecen de lujo. Muchos no han podido cenar o comer estos días el tradicional tostón o lechazo, y no hablemos del marisco, más de una familia ha tenido que optar por manjares más sencillos y económicos para no dejar a cero la cuenta del banco. Esto es lo que realmente preocupa a las familias: llegar a final de mes. Lástima que la mayoría de nuestros políticos vivan alejados de la realidad. Deberían pasar por las llamadas ‘colas del hambre’ y ver cómo desde que estalló la pandemia acuden a ellas familias que hace solo un par de años vivían con normalidad.
Salamanca necesita un empujón. Con más de 23.000 estudiantes de grado, 2.000 de máster y 3.000 de doctorado, parece que no debería tener problemas para crecer o, al menos, mantener su población, pero no es así, los jóvenes tienen que marcharse porque no aquí no hay suficientes oportunidades de trabajo. Necesitamos más centros de investigación punteros, empresas grandes e industrias que fijen población, pero tenemos un gran obstáculo: Pedro Sánchez.
Queda menos de una semana para que termine el año, crucemos los dedos para que en estos días no se produzca un nuevo desprecio del presidente del Gobierno. ¿Cómo vamos a pensar que realmente apoya la industria del español desarrollada en Salamanca cuando tiene la oportunidad de traer a la ciudad el importante Congreso Internacional de la Lengua Española y decide que se vaya a Cádiz? Salamanca aspiraba a acoger ese encuentro, estaba recabando apoyos y ahora ve como todo su esfuerzo ha sido en vano.
Un congreso de esa envergadura, internacional, con todas las asociaciones de la lengua, habría sido una importante inyección, además de haber servido para refrendar a Salamanca como punto neurálgico del español. El problema es que Sánchez no quiere reconocer el valor de Salamanca.
Este desplante confirma que los 2,5 millones adjudicados hace poco más de una semana para Salamanca dentro del PERTE ‘Nueva Economía de la Lengua’ solo tenían como objetivo lavar la imagen del Gobierno y cerrar la boca a las autoridades salmantinas. No lo van a conseguir. Ante este nuevo desplante hay que seguir luchando para que no se lleven las oportunidades a otros lugares, esas oportunidades tan importantes para hacer de Salamanca una gran ciudad donde todos puedan comer tostón. Ya sé que suena a cuento de Navidad, pero estas fiestas son para soñar. ¡Felices fiestas!
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