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Cada vez que oigo la palabra nacionalismo me echo a temblar. Porque un concepto que en sí mismo no tendría por qué ser negativo, se ... transforma en algo perverso en la boca de quienes lo asocian a principios tales como autodeterminación, supremacismo o racismo. Y me viene a la mente lo que Stefan Zweig escribiera en El mundo de ayer, obra póstuma publicada en 1942. Para el autor austriaco el nacionalismo era una de las mayores pestes envenenadoras de la cultura europea, junto con las otras tres grandes ideologías de masas: el fascismo italiano, el nazismo alemán y el bolchevismo soviético. Tres años más tarde, George Orwell definiría el nacionalismo como sed de poder mitigada por el autoengaño.

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