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Jaeoslav Lev de Rosmithal de Blatna, cuñado del rey de Bohemia, recorrió los países europeos para conocer sus disciplinas militares, analizar sus costumbres religiosas y ... visitar la tumba del apóstol Santiago. Llegó a Salamanca, con su séquito de 40 personas y 52 caballos, el 25 de julio de 1467.
Nos dice, Wenceslao Shaschek, uno de sus acompañantes: “Los nobles de esta ciudad suelen correr toros en la plaza el día de Santiago, y vimos esta fiesta porque nos cogió allí este día; el tercer toro mató dos hombres e hirió a otros ocho y un caballo”.
Otro acompañante, Gabriel Tetzel, escribe: “Los más poderosos de la ciudad ofrecieron a mi Señor un espectáculo. Tenían toros bravos que traían a la plaza, y montados en caballos muy ligeros, disparaban contra los toros dardos que llevaban, distinguiéndose el que estaba más tiempo a caballo y clavaba más dardos. Y se encolerizaban los toros que corrían tras ellos, y los acosaban de manera que aquel día se llevaron dos hombres muertos”.
Con estos testimonios, el archivero del Ayuntamiento de Salamanca, don Salvador Llopis Llopis, afirma que la suerte del “garrochón” debió estar de moda entre los caballeros salmantinos, como afirma Diego Ramírez de Haro, (que era nieto de Francisco Ramírez “el Artillero” y de su esposa Beatriz Galindo “La Latina”, muerto en duelo y enterrado en la capilla mayor de la iglesia de la Concepción Jerónima, convento fundado en Madrid por su abuela), quien pese a haber tenido gran cuidado en averiguar el origen de la suerte llamada “caballería del garrochón” no logró descubrir a los autores, presumiendo fuese Salamanca la cuna, al no haberla visto ejecutar en ninguna otra parte de Castilla.
Tanta preponderancia tuvo esta “suerte” que está representada en el pasamanos de la escalera de la Universidad (primeros siglo XVI) y sobrepuesta sobre una enorme hoja de roble, tallada la escena de un jinete alanceando un toro, en el friso de la parte inferior de la balaustrada de la Catedral Nueva (mediados siglo XVI). Por encargo del tercer conde de las Almenas se sacó en setiembre de 1917 un espléndido vaciado del tramo de la escalera universitaria para figurar en la exposición de “El toreo en el arte”, nº 361 del catálogo.
José María de Cossío identifica el garrochón con el rejón, aclarando que la moharra o cuchillo, remate por uno de los extremos, ha sido el motivo de llamar rejón a todo el instrumento. Normalmente la suerte del garrochón se practicaba “rostro a rostro” y con garrocha de pino que al quebrar con facilidad permitía al caballero salir airoso. Cuando era de fresno, al ser más duro, le daba al jinete mayor tiempo para, apretando sobre el morrillo, poder sacar al caballo, desplazándolo con su mano izquierda.
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