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EL pasado domingo un rebaño de merinas volvió a recorrer el centro de Madrid. En medio de la gran expectación que tal trasiego de ovejas ... levantaba, no faltaron muestras de sorpresa, alegría y algún que otro vituperio por esa repentina invasión de las calles en el corazón de la ciudad. El paso de mil ovejas y cien cabras balando y dejando sobre el asfalto visibles muestras de su transitar, no dejó indiferentes a cuantos curiosos se agolparon para contemplar tan inusitado espectáculo. Músicas tradicionales, atuendos pastoriles, aperos y arreos propios de la trashumancia vinieron a recordar que las cañadas siguen aún vigentes, aunque hoy día resulte un tanto anacrónica la costumbre de respetarlas. De hecho, en muchos lugares – la provincia de Salamanca ofrece ejemplos— cañadas y cordeles se han visto invadidos por cultivos, caminos, carreteras y construcciones incontroladas que borran una parte de esos ancestrales itinerarios ganaderos. Es el sino de los tiempos en los que cuesta trabajo creer que existen sobre la península más de cien mil kilómetros de recorrido trashumante entre cañadas, cordeles, veredas y coladas; toda una red viaria que proporcionó durante siglos riqueza y prestigio a la Corona española.

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