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La muerte de Isabel II de Inglaterra me ha producido un gran pesar, pues fue una buena reina para los ciudadanos británicos -setenta años bajo ... las exigencias y el peso de la Corona no están al alcance de muchos mortales-, y su desaparición me hace sentir una vez más el orgullo -a veces el miedo- del peso de la Historia sobre mi cabeza. Siempre que utilizo esta expresión, “vivir la Historia”, suelen preguntarme qué quiero decir exactamente y respondo lo mismo: pues ni más ni menos que vivir la Historia en riguroso “directo”, ¿te parece poco?, ser parte de ella, del “timeline” de mi época.
Pero con Isabel II se va algo más que una reina y se cierra un importante capítulo de la Historia justo ahora, como si el destino realmente estuviera escrito; justo ahora, con un mundo cambiante y convulso, en el que los valores y la ideas, de la libertad al concepto de imperio, han cambiado tanto que diría que hay un mundo aún muy reciente que ha desaparecido por completo y que nos ha dejado al borde del precipicio. Con Isabel II, el viejo mundo desaparece definitivamente, como han desaparecido los paseos en elefante. El imperio no tiene ahora fronteras, el imperio es el vacío cibernético y los elefantes, drones. Del Imperio nos quedan los gin-tonics en el bar del Raffles de Singapur, la Union Jack y recuerdos, muchos recuerdos exóticos.
Ya pocas cosas nos van quedando de aquel mundo en ebullición -de las guerras a la paz- y del que todavía formamos parte muchas generaciones, muchas personas que nos resistimos a saltar del barco de nuestro tiempo en busca de la ultramodernidad, de la ultraglobalización, de un todo “on-line”.
Ahora, con la muerte de la reina de Inglaterra, vengo a sentir lo mismo que cuando salió el último gobernador británico de Hong Kong, Chris Patten: inquietud, incertidumbre. Un mundo de arena se me escapa de las manos en estos días en los que el futuro no tiene más de 24 horas, en los que vivimos con el horizonte de llegar a mañana si es que no pasa nada antes. Bienvenidos a la guerra fría sin James Bond. Bienvenidos al frío del carcelero de “Nord Stream”.
Ya no podemos correr porque el viejo mundo esté detrás de nosotros, grito de guerra en el París de 1968, simplemente el viejo mundo se ha desvanecido y deja paso al “tren de la bruja” -guiño a nuestras Ferias-, a algo cada vez más desconocido, más incierto, más oscuro y caro. Con Isabel II se va el mundo que fue ave fénix y que nos trajo hasta el bienestar, y entramos de lleno en el la era de lo provisional. Rest In Peace. Y Gibraltar español, claro.
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