Motivos para confiar
Lunes, 23 de septiembre 2019, 05:00
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Lunes, 23 de septiembre 2019, 05:00
Caraduras, egoístas, falsos, incompetentes, insensatos, inútiles, irresponsables, mentirosos, niñatos, oportunistas. En orden alfabético, este podría ser una especie de “top 10” de los calificativos más ... comunes aplicados en estos días a los responsables del bochornoso bloqueo político que sufrimos, que en tantos aspectos paraliza el funcionamiento de las administraciones públicas y priva al país de la dirección que cabe esperar de un gobierno digno de ese nombre. Indignado con tales personajes, tentado estuve de dedicar estas líneas a sumarme a los lamentos por este gran fracaso colectivo. Hasta de echar leña al fuego advirtiendo de la pesadilla de la ¿nueva? campaña electoral que nos espera en los próximos meses, con el previsible bombardeo de consignas que parecen dar por supuesta la estupidez de los receptores. Pensé que podría poner incluso, profesión obliga, unas dosis adicionales de negrura en este panorama sombrío, evocando el precedente histórico de la monarquía liberal de Alfonso XIII, hace más o menos cien años, cuando España vivió la época conocida como “la crisis del sistema de la Restauración”. Hubo entonces, en un contexto de inestabilidad gubernamental y fragmentación parlamentaria, elecciones a Cortes en 1914, en 1916, en 1918, en 1919, en 1920 y en 1923, seis en menos de una década, cinco en apenas cuatro años. Y lo que vino después fue para echarse a temblar: la dictadura de Primo de Rivera (1923), la II República (1931), la Guerra Civil (1936) y la dictadura franquista (hasta 1975), o sea, una acumulación de desastres y desengaños que retrasó durante décadas la conclusión del proceso de transición desde el liberalismo a la democracia que la Restauración había abierto pero no consiguió cerrar.
Pero de poco sirven las lamentaciones y tampoco se trata de amargar a nadie con feos augurios el inicio de una semana laborable. Así que mejor mirar hacia otros lados, en los que podamos encontrar motivos para el optimismo. Porque, esto también es cierto, al margen del marasmo institucional, las sociedades y las personas continúan funcionando. Y en ellas encontramos a menudo ejemplos en los que reflejarnos, que indican el camino que deberíamos seguir tanto personal como colectivamente.
Lo decía el rector de la Universidad de Salamanca hace unos días y lo decía bien. Es muy probable que lo mejor que le haya sucedido a la institución en los últimos tiempos haya sido la obtención por parte de dos investigadores, Carlos Hernández-García y Ainoa Castro Correa, de dos proyectos del programa Starting Grants, un programa auspiciado por el Consejo Europeo de Investigación destinado a ayudar a la creación de grupos dirigidos por investigadores jóvenes. Lo que hay que celebrar, más allá de la importancia de la financiación obtenida (2,5 millones de euros entre ambos proyectos), es que el éxito se ha producido dentro de un programa extraordinariamente competitivo, en cuya última convocatoria solo 20 grupos españoles han obtenido financiación y al que los candidatos concurren a pecho descubierto, sin otro bagaje que su propia preparación y creatividad. Aquí no hay trampa ni cartón, es decir, ni manipulaciones estadísticas, ni apropiación mezquina del trabajo ajeno, ni elaboración de relatos favorecedores que oculten realidades palpables. Solo mérito, el de ellos mismos y de los equipos que han conseguido conformar, así como el de quienes en su momento apostaron por su incorporación a nuestra universidad, venciendo a veces inercias muy arraigadas.
Resultó, por otro lado, una muy feliz coincidencia que el curso en el que celebramos esta excelente noticia fuese inaugurado con una brillantísima lección pronunciada por la profesora Eva Martín del Valle, joven catedrática de Ingeniería Química, y beneficiaria ella misma, hace pocos años, de otra Starting Grant, la primera que recibió un profesor de la Universidad de Salamanca. Su lección resultó extraordinaria por muchas razones, entre otras por su insistencia en la necesidad de apostar por la promoción de los jóvenes con talento, algo que ella misma practica con toda convicción.
De manera que sí, que pese a todo hay motivos para confiar. Porque hay quienes saben cómo deben hacerse las cosas y las hacen. Es probable, pues, que salgamos de esta, también de esta. Confiemos.
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