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Lo siento, de verdad que lo siento mucho. Ha sido sin querer, sin darme cuenta, sin ser consciente de lo que estaba pasando. Pero está ... ahí, nadie puede negar que está ahí. En realidad tampoco ha sido solo culpa mía, hemos sido entre todos. Vale, es cierto aquello de mal de muchos consuelo de tontos, pero oye es que llega un momento en el que te agarras a un clavo ardiendo.
Venga, vale, que ya me centro, que me voy por las ramas. Verás, el caso es que ayer estaba con mi perro en el parque (lo he dicho bien, yo estaba con él, mandan ellos queramos reconocerlo o no), mi perro se llama Quique. Y llegó otro perro (bueno, llegaron varios, pero me interesa hablar de dos en concreto) que se llamaba Quico, y también había una perra llamada Quica. Quico, Quica y Quique. Niños, niñas y niñes (curioso que hasta el corrector ortográfico salte al poner esa palabra). Hemos “monterizado” a nuestros perros y no nos hemos dado ni cuenta. Pobres perros, pobre Quique.
Lejos de la broma, que sé que entiendes que lo es, de los nombres de los perros, lo que me preocupa es cómo va calando el discurso de estos personajillos a base de metérnoslo hasta en la sopa. Y lo vamos comprando, sin darnos cuenta. Cuidado.
Fíjate si va entrando esto que ya han conseguido que ya no me moleste que me llamen facha, lo han hecho tantas veces que ya me resbala. Y hace años me ofendía, pero mucho (bien lo sabe mi amiga mallorquina). Ahora ya no. Han conseguido que votante derechas y facha parezcan lo mismo. Nos la han colado, pero nosotros tan tranquilos. Y ahora vienen curvas, lo sabes, porque ahora se va acercando el momento de asegurar el sillón y nos van a bombardear con estos discursitos cortoplacistas.
Me canso, me canso de que busquen enfrentarnos, me canso de que quieran dinamitar la convivencia entre hombres y mujeres, entre empresarios y trabajadores, entre salmantinos y catalanes, entre gente de derechas y de izquierdas... De verdad que me canso, me satura. Lo malo es que igual que yo me canso, otros se exaltan.
Nos dijeron que íbamos a salir más fuertes de la pandemia. Ja. Sabes que no, que no ha sido así, que hemos salido más egoístas, más tensos, más sectarios. Nos importa muy poco lo que piensan o sientan los demás, porque nos están azuzando a la batalla para que, con los ojos inyectados en sangre, dejemos el cerebro en off y bañamos a votar a todas las cosas chulis que nuestra ministra de Igualdad quiere hacer con las amigas.
De momento nosotros ya hemos “monterizado” a nuestros perros.
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