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Cuando nació Enrique -hoy hace exactamente ochenta tacos-, como era hijo de ginecólogo, no le sucedió lo que a Gila, que su madre había ido ... a casa de una vecina por perejil y tuvo que decirle a la portera, “he nacido, no está mi madre en casa, y a ver quien me da de mamar”. Al que luego sería prestigioso doctor don Enrique Ferreira Villar -en cuya Clínica nació media Salamanca-, no le faltó leche. Y uno, que llevaba por aquí cinco meses, ignoraba que ambos iban a encontrarse en los “mondas”, Salesianos en Mª Auxiliadora, que nos tiene sin los auxilios que de viejos se necesitan para una senectud serena, sin la sombría pregunta de tantos abuelos Cebolleta, ¡ay, Señor!, ¿qué va a ser de nuestros nietos?

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