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ESTA semana se ha hablado del 2002, o sea, del año de la Capitalidad Europea de la Cultura, del que se cumplen veinte años, un ... aniversario que tendrá su festival. Lo presentaron días atrás en el Ayuntamiento el alcalde, Carlos García Carbayo, y su autora, Isabel Bernardo, en la sala que recibiría horas más tarde a las jugadoras de Avenida, que vestidas de calle parecían desfilar por una pasarela de gloria. En su honor se conoce a esa sala municipal como Salón de Reinas. La presentación vino a coincidir con la muerte de Teresa Berganza, que fue una de las voces de aquel año de prodigios junto a las de Montserral Caballé, Josep Carreras o Barbara Hendricks. La de Berganza se incorporó a la banda sonora de ese año desde la película “Octavia” de Basilio Martín Patino y tuvo su momento mágico junto a la casa de Inés Luna Terrero cuando Teresa y su hija, Cecilia Lavilla, cantaban el “Stabat Mater” y comenzó a nevar. Fue un instante maravilloso, inesperado, repleto de estética y emoción, o mágico, que dijo Blanca Oteyza. La escena se rodó en noviembre de 2001 y la película fue estrenada el año capital. La vi en un teatro Bretón hoy desaparecido. El Festival Salamanca Lenguaje Universal de Cultura tiene video promocional con música del Poema Sinfónico Salamanca, de Tomás Bretón, que el año próximo tiene centenario; a Bretón se le recordó casi al final del aquel 2002 con un concierto homenaje de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.
Aquella escena de la Berganza e hija bajo la nieve tenía de escenario el entorno de la casa de campo y refugio de Inés Luna Terrero, hija del pionero de la luz en Salamanca, Carlos Luna, al que nada le recuerda en la ciudad. Algo que sorprendió en su momento a Ignacio Sánchez Galán cuando se lo comenté. El único vestigio de aquellos días en los que la luz se abría paso en nuestras vidas es el edificio del Museo de Historia de la Automoción, que fue la Fábrica de Luz que la empresa La Unión Salmantina inauguró el 1 de agosto de 1898. Aquella empresa acabó formando parte de la “Electra” y más tarde de “Iberdrola”. Mañana se celebra el Día de la Luz mientras esperamos que se encienda esa rebaja de su precio, que tiene alterado a todo el mundo. Como parte de esa “normalidad” que vamos recobrando sería bueno recuperar aquel maravilloso festival “Luz y Vanguardia”, que convertía nuestras fachadas históricas en pantallas y exhibía esculturas luminosas etéreas, diferentes a las rocosas y sólidas de Ángel Mateos, hechas de hormigón. Aquel festival dejaba momentos mágicos. La muerte reciente del artista nos priva de uno de los talentos artísticos del siglo XX, capaz de fascinarnos con esculturas en el Tormes o el ser mitológico que nos recibe en el “Helmántico”, cuyo césped alcanza estos días una cotización alta en el fútbol local.
En 2002 Dani Martín ya formaba parte de “El Canto del Loco” y no tenía el pelo amarillo “pollito” que lució el viernes en Salamanca. Había un público intergeneracional: desde adolescentes –pero no muy adolescentes—a maduros, que tenían veinte años hace veinte, en el 2002 o sea, tampoco demasiado maduros. El cantante llenó el “Multiusos” en una noche de reencuentro con los grandes conciertos que tanto hemos echado de menos. Conciertos con despliegue de luces, pantalla gigante y ese sonido especial que te retumba en las paredes del estómago. Precisamente, en ese festival que recuerda los veinte años del 2002 hablaré de cómo ha cambiado en Salamanca nuestro modo de entender la Gastronomía. Ha habido cambios importantes en todo lo que tiene que ver con la hostelería. Hay más hoteles, más estrellas Michelín y mucha más luz en nuestras cocinas y barras. También más literatura gastronómica local. El viernes, por ejemplo, se presentó “Y el vino al bollo (maimón)” de Isabel Bernando, que relata esa relación mágica entre la cocina y el arte o la literatura antes del descubrimiento de América y la llegada del tomate y la patata. Aquel 1492 hubo un cambio en la cocina que llega a hoy. También en 2002 hubo cambios, que ha podido disfrutar estos días Imanol Arias, de viajante en Salamanca y su Arthur Miller bajo el brazo. También el Festival tendrá espacio para las artes escénicas con momentos que avanzo tan mágicos como aquel de la Berganza en casa de Inés.
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