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Las campanas de San Juan de Sahagún tocaban a muerto con esa elocuencia tan propia del bronce fundido, solo comparable a la del saludo militar, ... porque el reconocimiento castrense ante un féretro está cargado de una solemnidad y electricidad especial. Hablo del funeral de Juan José Aliste, de cuya biografía ya se ha dicho todo y solo debo insistir en lo que representaba, que era mucho, y expresaba con su permanente sonrisa -aunque la procesión fuese por dentro- que vi por última vez hace pocos días en el Paseo de Carmelitas, a la altura, más o menos, del colegio de Juan Jaén, de ahí que su pérdida, en este tiempo de pérdidas, me haya sorprendido y agitado. Capitán Aliste, así era conocido, como si fuese el título de una novela, y así debería llamarse la glorieta que se le va a dedicar. Capitán es un término que se asocia al latín y a cabeza. Va en cabeza, dirige, lidera. Capitán es un concepto serio si pensamos en marina y ejército, e igualmente responsable en cuestiones deportivas. En rugby, el capitán es el único que habla con el árbitro, como si fuese un médium con la deidad suprema. A su modo, Aliste nos lideró con su ejemplo en los malos momentos, así que sí, echamos ya mucho de menos el símbolo que era.

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