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LO confieso. De vez en cuando se me escapa un micromachismo. Se me cae sin querer de la boca, de la mirada, del teclado del ... ordenador, o de las manos, inesperadamente, mientras estoy pensando en otra cosa. Es involuntario y a través de cualquier acto u omisión. Claro, yo no los advierto, pero sí mi mujer, que sin ni siquiera estar demasiado al acecho, suele cazarlos al vuelo como un perro de caza a la triste codorniz. Y no digamos mi hija, con una capacidad intrínseca para olerlos a ochocientos kilómetros a la redonda.

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