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LO confieso. De vez en cuando se me escapa un micromachismo. Se me cae sin querer de la boca, de la mirada, del teclado del ... ordenador, o de las manos, inesperadamente, mientras estoy pensando en otra cosa. Es involuntario y a través de cualquier acto u omisión. Claro, yo no los advierto, pero sí mi mujer, que sin ni siquiera estar demasiado al acecho, suele cazarlos al vuelo como un perro de caza a la triste codorniz. Y no digamos mi hija, con una capacidad intrínseca para olerlos a ochocientos kilómetros a la redonda.
Son los micromachismos una especie de virus que solemos producir con cierta frecuencia muchos de los varones educados en un tiempo donde los niños y las niñas, los chicos y las chicas y hasta las mujeres y los hombres, habitábamos en distintas áreas y compartimentos asimilando cada uno roles, lecciones, ejemplos y discursos tóxicos y nos mirábamos y estudiábamos con cierta curiosidad y vergüenza como si no perteneciésemos a la misma especie.
Y mucho ojo porque aunque el micromachismo pareciera que no abultara más que un pequeño coleóptero, con frecuencia pienso que puede hacer más daño que el fantoche y gigantesco machista al que vemos acercarse de pronto rascándose los huevos, lanzando piropos a diestro y siniestro y diciendo “retírate muñeca, deja eso para los que saben”. Eso es porque a éste se le ve venir de lejos y en consecuencia es muy fácil advertir su presencia y combatirlo, desarmarlo y exponerlo como un desubicado y carcamal pitecántropo.
El generador ocasional de micromachismos, como un servidor, anda por ahí, en cambio, sin que se le advierta demasiado la tara, tan chulito, incluso creyéndose hasta feminista y defensor acérrimo de cualquier causa que defienda la mujer por el mero hecho de serlo. En consecuencia, pienso yo que somos mucho más peligrosos porque a veces no nos vemos venir ni nosotros mismos de puro inconscientes y petardos que somos.
En este artículo, por ejemplo, seguro que se me ha escapado más de un micromachismo que como una pequeña falta de ortografía pareciera que detecto, pero que en realidad no, dejando una imagen lamentable de mi mismo. Voy a dejárselo repasar a mi mujer, antes de enviarlo al periódico, que seguro que encuentra varios.
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