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El lunes, Luis Valles habló en la iglesia de San Sebastián de la Gastronomía en el Siglo Oro, que no es asunto menor. Por ... aquellos años, esa cocina nuestra comenzaba a cambiar hacia lo que es hoy gracias al tomate, la patata o el pimiento, que llegaron de América. Imagine nuestra mesa de hoy sin esos ingredientes. O sin chocolate. Para cortarse las venas. Hay recetarios de la época y estudios, como los de Mari Ángeles Pérez Samper, luminosos sobre el asunto, que, ya digo, es importante. Me resulta fascinante leer recetarios de comidas apabullantes y al tiempo, aventuras como las de Lázaro, repletas de hambre. Y en los mismos años. Hoy, el tomate campa a sus anchas, y para prueba los huertos urbanos, pero tardó décadas en normalizarse su consumo, a pesar de la cita de Tirso de Molina: “Oh, ensalada de tomates, de coloradas mejillas...”. Quizá se le pudo ocurrir en Salamanca en alguna visita. Está la patata, tan vinculada a Teresa de Jesús, que hasta algunos la tienen por patrona de la patata frita, aunque a mí son las meneás las que me ponen, y si están guisadas con patata salmantina mucho mejor. Y ese pimentón, que dio color a nuestras chacinas, qué me dice usted. Y el chocolate, no me quite el chocolate. Hoy, María José Muriel, experta en protocolo, nos vuelve a iluminar sobre aquella boda del príncipe Felipe, luego Felipe II, y María Manuela de Portugal. Tanto le gustó casarse al monarca que lo hizo otras tres veces. Aquella primera, el 13 de noviembre de 1543, lo hizo en Salamanca. Una de nuestras citas vitales con la Monarquía de España, como la fueron antes la muerte y el misterioso enterramiento (o no) de la infanta Mafalda de Castilla en la Catedral Vieja, que la pobre “finó por casar” en 1204. Y, también, el nacimiento en Salamanca, en agosto de 1311, de Alfonso XI, llamado el “Justiciero”, de momento el único rey salmantino, aunque hay quien mantiene que Felipe II nació en Villoruela, y hay papeles que lo demuestran. Que Juan Carlos, hoy emérito y medio empadronado en Dubai, hubiese estudiado en Salamanca habría sido estupendo, pero esto era, entonces, un nido de peligrosísimos profesores como Tierno Galván. O sea, rojazos. La cita con Muriel es esta tarde, en la iglesia de San Sebastián, y creo que va a ser estupenda.

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