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Llevo unas semanas lanzándole mensajes subliminales a mis lumbares porque, a este paso, me veo construyendo un aljibe. La duda estriba en si lo dejo ... en un modelo de emergencia o me vengo arriba y termina siendo de tamaño familiar.
Algunos pueden acusarme de exagerado, pero en estos tiempos la distancia entre la exageración y la previsión es demasiado fina, apenas perceptible en cuestiones como el abastecimiento de agua.
El tortazo de realidad que nos estamos llevando este año con el cambio climático hace que sea imprevisible calcular el valor que pueda tener el agua dulce dentro de un par de décadas. De entrada, los grandes fondos de inversión del planeta han puesto desde hace años el foco en ella. El nuevo petróleo.
Y no es que piense un futuro apocalíptico, a lo Mad Max, pero sí parece evidente que la falta de agua es un problema real para muchos ciudadanos y estamos muy lejos de saber afrontarlo.
En los campos, ante el mínimo anuncio de corte en el riego, todos se afanan en inundar sus cultivos para intentar salvar el año.
El que llegue el último, que corra. Y en muchos pueblos y ciudades, más de lo mismo, lo importante es regar el jardín o llenar la piscina.... si después se pasan medio verano abasteciéndose de camiones-cisterna es lo de menos.
No tenemos conciencia del valor del agua. Es barata, muy barata, y por eso creemos que nunca podrá acabarse. Pero lo hará.
En la última sequía que golpeó a España, y más especialmente a Castilla y León, todas las instituciones sacaron del baúl de los recuerdos los planes de construir nuevos pantanos o balsas de almacenamiento de agua, pero llegaron la lluvia y la nieve y se quedaron de nuevo en el cajón de las causas perdidas.
Con unos políticos obsesionados con el cortoplacismo y el cálculo electoral se antoja complicado poder afrontar con garantías un problema de este calado. Eso para el siguiente.
Y no parece que la sociedad tampoco esté especialmente concienciada de la que se nos puede venir encima, es más, algunos viven encantados porque las fotos con ruinas en los pantanos sin agua quedan geniales en el Instagram y consigues muchos likes.
Así que yo, que no he nacido para posar ante una cámara, ando cavilando si levanto el aljibe antes o después de instalar las placas solares y de cultivar mi propio huerto. Se me está acumulando el trabajo.
De hecho, sólo de pensarlo me ha entrado tanta fatiga que me voy a beber un vaso de agua, ahora que sigue siendo barata.
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