Me siento como Scott

Y así, creo que junto a millones de españoles, me siento: exhausto y fracasado... y emprendiendo el regreso a ninguna parte, porque estos cabrones, estos sinvergüenzas, estos delincuentes, estos racistas, estos descerebrados, que son los que el pasado miércoles se sentaron en La Moncloa en la infame “mesa de diálogo” entre un Gobierno loco y los nazis catalanes, me están dejando sin país, sin patria, como imagino que a ustedes, parte de los millones de españoles que podemos sentirnos como Scott, atemorizados y a punto de hundirnos en el hielo de la rabia y de la incomprensión absoluta. A punto de vivir bajo el yugo del exilio en nuestra propia tierra.

La mesa de diálogo (¿qué hay que dialogar con terroristas políticos?), “la mesa de la humillación”, en certeras palabras de nuestro director, Julián Ballestero (LA GACETA, 27 de febrero), o “la Mesa de los Pantalones Bajados”, según Jorge Bustos en “El Mundo” del mismo día, nos ha llevado a un escenario del más allá... Con estos gobiernos enajenados, corruptos y de espaldas a la Ley y a la democracia, siempre hay un más allá... Ocurrió con Zapatero, con el memo de Rajoy, y ahora hemos llegado con Sánchez a lo peor. Y todos a la carga contra España, ¿y por qué contra España? nos preguntamos los honrados ciudadanos...

No hay que buscar sesudas disculpas de patio de colegio: los catalanes, que viven en una aldea inundada por el rencor y los complejos de inferioridad, no tienen ninguna razón, ningún derecho, ninguna legitimidad para reclamar nada, ni independencia ni desde luego más dinero, que bastante nos han sacado. Basta ya de exaltar el nazismo, basta ya de envolver al Ku Klux Klan en esa estúpida bandera independentista. Basta ya, Pedro Sánchez y palmeros, de jugar a la ruleta rusa con España, con los españoles, con la Corona, con la democracia.

Basta ya, resentidos. Si nos les gusta España, váyanse a la Venezuela que tanto defienden, la de Chávez, la de Maduro. Corrupción y represión, qué rico, ¿verdad? Esa mesa de diálogo del miércoles no es para dialogar, ¡ja!, es para seguir mintiendo y robando. Ahora sí, ya podemos decir que España nos roba.

Tenían razón los nazis de la aldea catalana: España nos roba y su asalto se prepara en las mazmorras de La Moncloa.