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A lo apuntado en mi anterior artículo de 4/11/2017 he de añadir que en una entrevista celebrada entre el obispo doctor Alcolea y ... el alcalde Sr. Vázquez de Parga, en el mes de julio de 1919, a petición del prelado, éste ofrece al Ayuntamiento el Cementerio Diocesano en toda su integridad, con solo el abono del importe de los terrenos últimamente adquiridos y del muro de cerramiento, cantidad insignificante que el municipio puede pagar a medida de sus fuerzas económicas.
El 9 de octubre la Comisión correspondiente propone que por razones de higiene y económicas no se acepte el ofrecimiento y en cambio considerando que es exclusivamente función municipal la del sostenimiento de cementerios, plantea la construcción de uno más alejado de la ciudad y con arreglo a las modernas exigencias.
En noviembre insiste por carta el Obispo y habla de la absoluta falta de capacidad del actual cementerio y las dificultades que encuentra para su ensanche, por lo que solicita de la Corporación le manifieste si ha de construir en breve plazo el nuevo cementerio y si no que le autorice para ampliar el existente, colaborando en esta obra dentro del terreno de las leyes, para evitar dificultades, gastos onerosos de expropiaciones, etc. Advierte que se le garantice que las obras para ampliación, como los gastos que se hagan no han de resultar inútiles porque el Ayuntamiento se decida, al fin, por construir en breve plazo el nuevo camposanto.
El 13 de noviembre la Comisión informa que el Ayuntamiento no ha de construir por ahora y en largo tiempo un cementerio y que le prestará toda la ayuda que solicite. El concejal Sr. Unamuno alaba la magnanimidad del Prelado al manifestar sus deseos y evitarle un conflicto al Ayuntamiento porque, en último término, puesto que no tiene obligación de hacer este servicio, podría cerrar el cementerio. En cambio el Ayuntamiento tiene la obligación de hacer el cementerio y no puede. Y esto es consecuencia de meterse a hacer cosas que no son obligatorias, sino voluntarias, olvidándose de lo que la ley exige.
Las antiguas galerías denominadas: Portada (348 nichos), Interior (84 nichos), Exterior, la más antigua y llamada a desaparecer (90 nichos), de san Antonio (265 nichos) y san Luis Gonzaga de párvulos, se habían ampliado en 1916 con la de san José (180 nichos) y la de san Luis todavía inconclusa.
Parte muy activa tuvo en tales ampliaciones el administrador del cementerio don Arturo Díez Solano, que venía desempeñando el cargo desde finales del siglo XIX, siguiendo una tradición familiar que databa de la inauguración del Cementerio en 1832, cuando su abuelo fue ya testigo del enterramiento del primer cadáver, el de una sobrina del obispo Agustín Lorenzo Varela y Temes, en la Capilla.
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