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CADA vez que tengo que realizar alguna gestión en el edificio de la Junta en la calle Vergara me siento Christopher Lambert entrando en la ... prisión de la película “Fortaleza Infernal”. Sigo sin entender quién decidió ubicar este importante servicio administrativo en esa zona de la ciudad, absolutamente inapropiada por los accesos, por ser residencial y por no disponer del aparcamiento necesario para los usuarios, aunque en este caso la culpa es de los fachas que utilizamos coche y no patinete... En fin... Luego entras en la mole gris ya sabiendo que te perderás por los pasillos (en este caso viviendo escenas de “El resplandor”), sin nadie en los despachos, subiendo y bajando y a la espera de que algún alma caritativa te rescate y te devuelva al mundo real, con riesgo de que la grúa se haya llevado el coche, estacionado en una parada de taxis en la que lo he dejado después de dar siete contaminantes vueltas por la zona...
Y llegas a Turismo: objetivo alcanzado. Pero allí no hay nadie, mesas vacías y ocho plafones encendidos, que para eso somos ecologistas y el dinero público no es de nadie. Entiendo que estarán tomando un café. Espero. Una mujer me pregunta qué necesito. Le respondo que no se preocupe, ya llegará alguien. Pero nadie llega. Más resplandor. ¿He muerto y estoy cruzando al más allá? Vuelve la mujer con cara de pensar “pobre chico, tan majo y tan solo en un pasillo del más allá”. Se llama Marisa. Me invita a entrar en la “pecera” y llama a una funcionaria de Turismo que está teletrabajando. Conecta el altavoz y me invita a sentarme. Hablo con la “telefuncionaria”, de nombre Araceli, le cuento mis necesidades y alguna duda más que ya aprovecho para consultar y mejor imposible. La conversación fluye en la eficacia mientras Marisa amablemente espera bajo los focos, para alegría de Ignacio Sánchez Galán, que ve correr el contador de “Iberduero” (soy un clásico) Y dicho y hecho: casi sobre la marcha recibo en mi correo toda la información que necesitaba y dejando claro que la Administración es, en general, un desastre, pero que gracias a algunas Aracelis y Marisas la maquinaria deja de funcionar por la inercia de la pesada burocracia y empieza a dejarse llevar por neuronas y sentimientos.
Salgo de la “fortaleza infernal”, regreso a la vida, el “Golf” sigue en su sitio, y yo soy mejor persona porque aún hay esperanza.
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