Cualquier ciudadano decente hubiera tenido ayer un papelón para justificar sus propias contradicciones a cambio de un puñado de votos para ser de nuevo presidente. Cualquier ciudadano honesto hubiera tenido difícil justificar el engaño propinado a sus electores en las urnas. Cualquier ciudadano íntegro lo hubiera pasado mal para justificar la ignominiosa ley de amnistía que retuerce las decisiones de jueces y fiscales que aplicaron las leyes ante el intento de golpe de Estado en Cataluña.
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Por el «bien de España» o más bien por sus propios intereses, Sánchez deja impoluta la hoja de servicio de los golpistas a petición de los delincuentes. Es demasiado pedir que se comporte con un mínimo de decencia porque Sánchez carece de ética y ayer echó mano de la falacia que le caracteriza en una intervención en la que se empleó a fondo para despreciar al partido que ganó las elecciones, el PP. Como él mismo dice, copiando a los delincuentes que se han convertido en sus socios, hizo de la necesidad virtud.
De la necesitad de 7 votos para continuar como presidente del Gobierno retorció los pilares constitucionales y para tapar sus miserias echó mano de una lista de «promesas sociales sin fondos» . ¿Quién se puede oponer a que se suban las pensiones, el salario mínimo o se baje el IVA de alimentos?, pero ¿quién se puede fiar de Sánchez? y, sobre todo, ¿de dónde va a sacar el dinero?
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