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Contrariamente a lo sucedido en otras autonomías que aún tienen en la cuerda floja a sus presidencias, gobiernos y mandamases, la de Castilla y León ... ha quedado santificada y bendecida. Seglarmente hablando, claro. Hubo sus pequeños rifirrafes, pero tengo la impresión de que ya desde antes de las elecciones el pescado de los pactos estaba vendido. Con el género agotado tras los correspondientes arrumacos, zureos, y el sonoro crotorar de los candidatos, se sabía que las alianzas iban a ser las que finalmente han sido. Alfonso Fernández Mañueco se alzó con la presidencia, y la oposición tendrá que esperar otra vez a que San Juan baje el dedo para arañar moqueta en el Colegio de la Asunción.
Decía un político norteamericano, haciendo un símil entre las fuerzas de la naturaleza y las luchas por el poder, que las cimas de las altas montañas solo las alcanzan las águilas y los reptiles. No en vano el escudo de los Estados Unidos tiene como símbolo un águila, y el de México, además del ave, una serpiente; con eso está todo dicho. En esta tierra castellana y leonesa somos mucho más modestos. Y no por falta de águilas, que las hay, como también hay urogallos, buitres, cernícalos y hasta quebrantahuesos. Reptiles peligrosos, pocos; y anfibios, varios (alguno que nada y guarda la ropa y que, por eso mismo, puede encontrarse en peligro de extinción).
Es el caso, volviendo a los inicios, que Mañueco es ya nuestro líder natural. Albricias, plácemes y parabienes. Conocido ya desde su etapa universitaria, siempre lo he considerado persona dialogante, sin retorcimientos ni mala leche (cosa rara entre tanto político trafullero) y dotado de buenas intenciones. Sabe capear el temporal y confío en que sepa tirar del carro. Aprovecho para pedirle por enésima vez que le dé un toque al consejero del ramo patrimonial para que agilice ante su sucesor en la alcaldía salmantina la vieja demanda del medallón de Alfonso IX en la Plaza Mayor. Y si tanto trabajo cuesta, que le cambien el palito de Alfonso XI, lo cincelen delante de la X y asunto concluido: de XI a IX. Su tocayo el onceno no reclamará por tal fruslería, aunque en Patrimonio se rebrinquen.
Para configurar la corte de consejeros, Mañueco ha manejado con tino las distintas sensibilidades de los dos partidos maridados en casta coyunda, así como las identitarias procedencias geográficas. Apelo a las buenas referencias de sus respectivos currículos. Alguno de esos consejeros tendrá mucho que decir (y obrar) respecto al mundo universitario salmanticense, prez, honra y gloria de Castilla y León, pero menesteroso económicamente.
Ahora toca vigilar a ese flamante gobierno que, arredilado por el nuevo presidente, ha de trabajar en plena canícula. Qué se le va a hacer. No se pescan truchas a bragas enjutas.
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