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EN enero de 2020 se creó la Secretaría de Estado de Memoria Democrática y el 20 de julio de 2021 se aprobó la misma Secretaría ... en el Consejo de Ministros. Cabe, a este propósito, hacerse algunas preguntas: ¿Está el pasado hipotecando el futuro? ¿Qué se entiende por memoria histórica y memoria democrática? ¿Son estos conceptos y la práctica institucional que se deriva de ellos congruentes con el espíritu fundacional de la democracia española? Son ideas desechables que lo único que intentan es enfrentar a los españoles.
Mientras estas barbaridades las impone el Gobierno, en el espacio público se está produciendo, en palabras de Ignacio Varela, “la implosión del modelo energético, una incipiente escasez de suministros en toda la cadena productiva y la explosión de conflictividad en sectores con capacidad para paralizar el país sin que sufran electoralmente los que mandan y se nutran de ello los vampiros de la cólera social. Eso, por no añadir el impacto de una guerra potencialmente apocalíptica que ha hecho renacer la pulsión militarista en todo Occidente, el humillante ‘bajarse al moro’ de Sánchez en francés mal traducido, el bonito espectáculo de los dos socios del Gobierno de coalición retándose a duelo cada mañana y el primer partido de la oposición”.
¿Es esto coyuntural o tiende a convertirse en estructural? ¿Se invierte esta tendencia con paquetes de medidas como el que ha improvisado Pedro Sánchez cuando se ha visto con el agua al cuello? Es difícil de saber, pero ese recurso de los sucesivos paquetes de medidas salvavidas ya lo intentó Zapatero entre 2009 y 2011 y la cosa terminó como todos sabíamos que terminaría.
Hay que preguntarse qué hará este Gobierno manirroto, ludópata del gasto clientelar y alérgico al ahorro, el día en que los señores de Fráncfort, sede del Banco Central Europeo, le comuniquen que se le agotó el crédito y que vaya pensando en cómo empezar a devolver la colosal deuda acumulada por España en estos años de dispendioso frenesí.
La situación no es, en efecto, para tirar cohetes, pero lo más llamativo es que Pedro Sánchez da la sensación de que todos los males son culpa de la extrema derecha y de Putin. Pero desgraciadamente no es verdad. Tenemos problemas internos que este Gobierno es incapaz de afrontar. Un Gobierno hiperdimensionado que es capaz de gastarse 20.000 millones de euros a repartir entre organizaciones feministas y otras istas y que consiste, simplemente, en tirar nuestro dinero.
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