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Decir Mogarraz es como decir Florencio Maíllo. Cada rostro que ha plasmado en las casas de su pueblo es mucho más que un mero retrato: ... son historias, memorias que no deben caer en el olvido, que nos obligan a salir de nuestros límites para aventar otras historias. Con sus retratos crea lo que alguien ha denominado “espacios de representación”, que son espacios vividos de las experiencias cotidianas, espacios de la habitación, de la plaza o de la iglesia; los lugares de la pasión, de la acción y de las situaciones vividas. En consecuencia, los rostros son la frontera entre el espacio público y el privado, son esos lugares de la ausencia presente, de la experiencia, de las diversas percepciones del mundo. Son lugares que nos permiten encontrar el tiempo en el espacio, porque en cada rostro el espacio no es una mera superficie, sino que está compuesto por una variedad heterogénea de discursos cambiantes, múltiples y siempre inacabados. Aquí el espacio se torna lugar de pertenencia, y las casas que hay detrás de cada rostro –esas identidades retratadas—traslucen el hogar donde las habitaciones y los pasillos articulan una topografía de nuestro ser más íntimo.

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lagacetadesalamanca Maíllo en Mogarraz